sábado, 21 de abril de 2007

Olivia y el hombre pequeño

Olivia Sánchez se acercó a la persiana de color y la separó con sus dedos largos y huesudos. Afuera, la calle normalmente bulliciosa por el ruido de los autos y de las putas nocturnas, apenas si despertaba con destellos de luz azulina que llegaban hasta la cama revuelta. La luz de la madrugada empezó a filtrarse en la pobre habitación, obligando a los ojos de Olivia a acostumbrarse a la reciente claridad. Sus ojos se habían vuelto grandes y saltados de tanto esforzar la vista buscando ver el detalle de las cosas. Sus párpados eran de un violeta casi transparente, que le daban el aspecto de siempre estar triste y cansada. Durante años el Dr. Salinas le había recomendado gafas para su problema de visión, pero ella se negaba diciendo que si aun podía ver las cosas que le interesaba ver con sus ojos verdaderos, entonces era suficiente visión para ella.

El hombre que dormía a su lado se desperezó buscando a tientas el cuerpo tibio de Olivia Sánchez, que ahora desnudo y más transparente que nunca, se iluminaba de cientos de rayos azules filtrados por la vieja persiana. El hombre, levantó un poco la cabeza y la vio así, como una cebra azulina a contraluz y volvió a quedarse dormido, sin llamarla al lecho. Parecía estar ya acostumbrado a las manías de Olivia después de terminar el sexo. A esa costumbre de quedarse de pie junto a la ventana, viendo las colinas de Cuenca apareciendo bajo un techo de nubes blancas.

Olivia podía pasarse largas horas ante la ventana oteando la larga carretera negra que desaparecía serpenteante entre las colinas con rumbo a la capital. Marzo había empezado con su frío habitual de finales de verano y ahora todo el vapor capturado en el pequeño cuarto, producto de esa larga batalla de cuerpos desnudos, se condensaba en gruesas gotas que chorreaban por la ventana empañada. El mismo aliento de Olivia acercándose al vidrio, impedía ver nada más que sus propios dedos delgados acercándose a limpiarlo una y otra vez para poder seguir viendo la vieja carretera.

El invierno había llegado pronto, pensó Olivia. En general no esperaba ese tipo de frío hasta muy entrado Mayo, pero ahora podía sentir la humedad en los huesos, corroyéndolos y haciéndolos cada vez más débiles y frágiles. Los largos huesos de Olivia Sánchez sentían el frío con más intensidad que cualquier otro habitante de Cuenca y la obligaban a cubrirse con un vestido tras otro, incluso en pleno verano.
Su cuerpo largo de proporciones enormes, funcionaba como un termostato para cada oleada de frío que se acercara a Cuenca. Un frío que la resquebrajaba por dentro como una pared ya demasiado húmeda y vieja.

Un fuerte pedo del hombre dormido hizo que Olivia volteara a mirarlo; se veía tan pequeño y frágil como cualquiera que hubiera conocido. Después del sexo los hombres parecían empequeñecer tanto a su lado, que Olivia no sabia a la fecha, si le provocan mas lástima o asco, el verlos así de frágiles, desnudos y con el sexo a la intemperie.

El sexo de Simón era pequeño y flácido ahora. Había perdido tono, después de la larga noche buscando hacerlo de todas las formas. Entre los pelos hirsutos de Simón asomaba esa pequeña prominencia carnosa que ahora, ya no tenía valor alguno. Olivia desvió la mirada, le costaba trabajo creer que se acostara con él; durante el amor apenas si su sexo crecía al tamaño de una perilla de puerta, pero de alguna manera, eso la excitaba.
Podía pensar en su sexo como una perilla brillante, redonda y lustrosa, justo para su mano. Una mano enorme y huesuda que no tenia miramientos en tocarlo una y otra vez hasta sentirlo palpitar dentro de ella, lleno de vida, de un calor sobrehumano, que la hacia sentirse extraviada en una felicidad pueril y creciente.
Cada picha que tocara tenía el mismo efecto en ella, una manija de puerta que deseaba tocar y acariciar con curiosidad de adolescente. Una manija de puerta que instaba a cruzar el umbral y a saber que más había detrás de ella.

Simón solo era una puerta más. Ahora había cruzado el umbral y toda curiosidad se había agotado, detrás de la puerta rígida que había sido Simón para ella, podía vislumbrar cada reacción que sucedería en él luego. El sexo era la mejor manera de conocer a un hombre y casi podía decir que conocía a Simón como si lo hubiera parido.

Olivia bajó la mirada y sonrió para sus adentros al pensar que cada vez que lo hacían, el pequeño tamaño de Simón, hacia parecer como si de verdad lo estuviera pariendo. Los hombres se achican cuando lo hacen- le había comentado su hermana; y es que era cierto. Todas las mujeres Sánchez, altas y huesudas por generaciones, habían experimentado la misma sensación de estar pariendo hombres cada vez que tenían sexo.

Los hombres empequeñecían tanto, intentando de empujar su verga hacia adentro, que todo su cuerpo se iba en ese esfuerzo, las mujeres Sánchez podían sentir todo el cuerpo del hombre metiéndose por debajo de ellas, su pubis, sus piernas húmedas, su tronco sudado; por un momento la sensación de tenerlos completamente adentro era tan fuerte, que el sentimiento maternal y no el orgasmo las hacia gritar cubiertas por una felicidad pura y sin mancha.

Con Simón pasaba lo mismo, Simón empequeñecía cada vez que tenían sexo, Olivia larga y alta por naturaleza crecía un poco mas cuando estaba en la cama, sus largas piernas cubrían la espalda de Simón hasta envolverlo entre ellas, sus manos enormes se perdían en su cabeza hirsuta, su largo tórax era el lecho tibio para Simón que hundía la cara en dos pechos demasiado blandos y tiernos, para toda esa figura huesuda y dura en que se convertía Olivia Sánchez cuando lo hacían.

No cabía duda, Simón empequeñecía, no podía evitarlo. Ya le había pasado con otros hombres antes que con él, hombres de mediana estatura, altos, gordos y hasta obesos. Olivia los buscaba cada vez mas grandes, esperando no sentir ese sentimiento de tener que abrazar a un huérfano, de tener que parir a un hombre en lugar de sentirlo adentro; esa fragilidad en esos cuerpos mojados de sudor, que gemían y empujaban intentando hacerla sentir un orgasmo, pero que solo lograban hacerla sentir muy grande y sola, con una geografía demasiado extensa de montañas y valles, una geografía desolada y hueca, a la que nadie lograba cubrir suficiente.
En ese momento Olivia sentía frío, frío que no alcanzaba a ser cubierto por nadie, un frío que le calaba los huesos, era mas que solo el invierno en Cuenca, era mas que la humedad del mar cercano. Era ese frío posterior al sexo, esas ganas de enrollarse en si misma, para así sentir un abrazo verdadero, era ver esas vergas pequeñas colgando inútiles de los amantes dormidos, como los pomos de puertas abiertas; y poder vislumbrar el otro lado de los hombres; ese lado frágil, oscuro, húmedo, ese lado tenebroso de enormes miedos, en donde los hombres naufragaban en dudas, en inseguridades e incertidumbre, ese espacio en donde los hombres se sabían simplemente pequeños y humanos y en donde ella se quedaba sola y sin la protección de nadie.

viernes, 20 de abril de 2007

Y mirar para atrás y estar yéndose. Mirar hacia los costados y no reconocer nada. La vida parece estancada en un mismo momento, las personas del pasado, el presente y el futuro, se funden en un solo momento, único, triste, sin sentido.
Es el mismo lugar, el mismo aire, el mismo sentimiento, otra persona que se va sin dejar rastro. Otra huella que borra el mar, que tapa el polvo. Podría ser ayer, esta tarde, mañana, el sentimiento es el mismo. Despedidas sin tristeza, planes interrumpidos, conversaciones con uno misma, trazar de nuevos planes antes que terminen los anteriores. La nada, invadiendolo todo.
Inmensa melancolía en el ambiente, que se condensa en gruesas gotas que corren por dentro sin significar ya nada. Solo torrentes de las cosas que se quedan a medias, la mediocridad, la gran mediocridad erosionando cada intento de seguir adelante.
Podría ser hoy, mañana, el sol oculto o la luna en lo alto del cielo, el momento para mi es el mismo. El espacio no significa ya nada. Ni las personas, ni las palabras, es ese sentimiento, la vacuidad, la soledad mas pura. La perdida de lo que no tenias, la náusea. La náusea invandiendolo todo.
Podría estar aquí y jaber estado ya auí mucho tiempo atrás. Una vez escribí un cuento sobre un hombre que esperaba en una mesa de sauce que llegara la mujer que amaba. En ese mismo momento y lugar, pero 50 años antes, una mujer esperaba ante la misma mesa haciendo figuras con un lápiz, esperaba al hombre que amaba. Obviamente jamás se encontraban, supuestamente eran tiempos diferentes, no había posibilidad...pero si el tiempo no fuera una continuidad? Si no hubiera pasado, ni presente, ni futuro, mordiendose la cola? Si el tiempo fuera como romper varias membranas a la vez, si fuera como introducir una lanza en una cavidad de varias interfases, los tres tiempos estarian a la vez. No serían los 50 años de diferencia, ni el espacio. Sería el mismo momento para ambos. Un momento de espera por supuesto, un momento susceptible de ser cambiado. Cambiado por mi, el autor del cuento. Susceptible de ser cambiado por alguien mas, entonces la teoria sería que el destino jamas existe realmente, qyue todo momento modifica al otro, en un mismo instante, no como continuidad, sino como un trauma, un accidente...Bahh...teorias tontas, sobre membranas...hace tiempo alguien me sugirió que escribiera al respecto, pero solo me salió ese cuento y era tan malo, tan tan malo, que jamás lo publiqué ni se lo enseñé a nadie.
Ahora me siento como al mujer del cuento, siento que alguien espera por mi y yo espero por él. El tiempo es una continuidad y por mas rapido que vaya jamás lo alcanzo, ni me alcanza. Vivimos separados por un tiempo insondable, arbitrario, inmodificable. Un destino que hace que las personas no se unan por sentimientos, sino por continuidad temporal, geografica, física.
No es el sentimiento lo que hace posible algo. Nadie cree en el sentimiento, ni de espera, ni de pérdida. Todo es mas práctico, amas a quien está al alcance, a quien se ofrece primero, a quien puede darte algo a cambio. La mujer del cuento no se sienta a esperar a que el destino se canse de castigar su vida, toma una decisión, sale del cuento, besa al primero que hay en la barra, define su vida no por sentimiento, sino por oportunidad. No por que quiera, sino porque algo se presenta, algo se ofrece, una trampa del destino, del autor del cuento, la mujer es ahora un personaje con poder de decisión que decide y decide mal. Mal por ella, porque al decidir, decide tambien por otros. Otro que espera, otro que se queda esperando en el tiempo, sin que aprezca nadie. La mujer como de una histórica manzana, que ella misma desconoce como dañina. El cuento se desfigura y el autor desea que mueran todos en una masacre en la que nadie halla a nadie y todos los seres humanos son condenados a habitar en soledad, espearndo personas que no llegan y amando a personas que ya no están.
La soledad lo invade todo, la náusea, la melancolía. El pesar. Es invierno y Abril en Lima, ultimamente todos mis Abril son en una Lima que parece invernal y triste, extrañando a los fantasmas de gente que ya no existe y que por no estar se hacen entrañables y perfectas en la memoria, fantasmas de personas que se pasean en mi pasado, presente y futuro, como una misma imagen de lo que no es, no puede ser, no será nunca.

miércoles, 18 de abril de 2007

Ojalá pudiera otra vez entrar al lugar donde habita el ruido
y no sentirme ajena, ni conmovida, ni a punto de gritar,
ojalá pudiera entrar,
sin pedir explicaciones,
ni hacer un culto al sonido que pervierte,
ojalá pudiera mimetizarme como antes,
con ese ruido,
perderme en la voz de los otros
en el caos,
en toda esa bulla de demonios ininteligibles,
pero no puedo.
He rechazado y he sido excluida,
la respuesta al silencio ha sido mas ruido,
mas ruido, ensordecedor casi,
un ruido en el que ya no hallo la menor calma.

martes, 17 de abril de 2007

Y en medio de la ebriedad de sentirme viva
en medio de ese vaho a sinrazón
a musica ligera
a lo que habiamos dejado en el camino para dedicarnos a esto
el mas necio de los oficios
casi crei encontrarte,
encontrarme
crei verte,
en medio de la calle vacia
por un momento
crei conocerte.

sábado, 14 de abril de 2007

Entre Rucas

- Ni que me interesara hombre alguno- dice la mujer cruzando la pierna suavemente sobre la otra. El roce áspero de sus pantimedias lastima mi oído, tanto como su perfume demasiado dulzón inundando el ambiente de la pequeña cafetería. Su aspecto pulcro y su cara tapada a medias por un flequillo de cabellos marrones, me hace pensar que se trata de otra secretaria mas de las muchas que vienen a tomarse un cafecito barato por este barrio.
- Hace mucho que me di cuenta que no hay hombre para mi y aunque lo hubiera, ni lo sabría reconocer a tiempo, prosigue dando una chupada mas a su cigarrillo negro de filtro dorado. Se oye el resoplido de su interlocutora, una rubia delgada que hasta ahora no habla y bebe el café a sorbitos pequeños, arrugando unos labios demasiado pintados de carmín.

Hago caso omiso de su charla de mujeres despechadas para centrarme en la próxima historieta, que está a medias hace casi una semana. Garabateo la hoja con un lápiz de punta roma, para ver si en esas líneas encuentro el rostro indicado para el nuevo personaje que pide la editorial. Sin embargo la cháchara de las mujeres me deja sin ideas y me hace meditar en medio de sus halos enormes de cigarros dulces y café negro.

- No sigas con eso Emma, ya verás que el amor pronto tocará a tu puerta y te tumbará piernas arriba- dice la rubia entre risas de mujer tonta. Emma sonríe de mala gana, mientras yo pienso que las metáforas eróticas de la rubia desteñida, están tan mal logradas como ese tinte en el cabello que deja ver ya, las enormes raíces negras de su peruanísimo origen.


-Ya estoy cansada de que me toquen a la puerta, Noelia, de que me toquen, de que la abran, de que empujen, de que hagan pedazos la casa y luego se larguen antes de siquiera haberse instalado. Estoy harta de este amor sin amor, que es mi vida últimamente. De hombres que no quieren comprometerse con nadie. De gente que no me ofrece nada. La voz de Emma suena tan apesadumbrada y triste que volteo a verle la cara, para ver si llora, pero no. Emma está allí fumando compulsivamente y rascando con largas uñas sin arreglar, unas pantis que delinean unas piernas tan torneadas y largas como las de una modelo.

- Si yo fuera tu, me dedicaría a tirar rico sin pensarla tanto- dice Noelia, la rubia con nombre de ruca, luego da otro sorbito pequeño a esa taza de café que debe ser mágica pues lleva media hora sin acabar su contenido. Me doy cuenta en el acto que ambas mujeres son tan pobres como yo, que deben ser secretarias o putas. No lo digo por Emma, por quien he tomado una empatía en el acto, sino por Noelia la rubia de los ademanes demasiado teatrales, incluso para fumar un cigarrillo o tomar una taza de café vacía.

Por el viejo Miraflores, muchas mujeres como ellas se sientan a esperar hombre hasta que el café se les enfría o un caballero demasiado bigotón les deje una tarjetita en la mesa. Dudo que Emma, sea ruca, al menos se muestra infeliz por serlo. Pero de esa rubia famélica, podría apostar mi escazo sueldo a que es otra de las chicas pre pago que abundan por este barrio.

- ¿Sabes que a veces quisiera ser mas como tu?- comenta Emma y yo desde la mesa contigua, casi hago caer mi café sobre los bocetos a lápiz y los libros de Yoshimura que me he prestado de la biblioteca. Noelia está erguida y orgullosa por oir esa confesión de labios de su amiga; mientras, Emma habla con rapidez y con un acento que no parece del todo limeño. Enciende otro cigarrillo negrísimo y añade sin piedad- No es por lo que tu crees Noelia, sabes que yo también tengo lo mío- dice arrojando una bocanada de denso humo sobre la otra- Pero a veces me dan ganas de ser tan inconciente como tu, para no ilusionarte con nadie y encamarte con todos a la vez.

Antes de que la rubia pueda responder con alguna expresión teatral a esa acusación de mujer fácil que le acaba de hacer su amiga, Emma prosigue.

-... Tu sabes que podría encamarme tantas veces como tu lo haces, pero a mi me duele. Y no, no pongas esa cara, a mi no me duele el cuerpo, la cintura ni los intestinos al terminar de hacerlo. Me duele aquí dentro Noelia, y toma la mano delgada medio transparente de su compañera hasta ponérsela en medio del pecho con una expresión de orfandad que casi genera lástima.
La desteñida la quita en el acto, como si el corazón frágil de Emma, pudiera saltar en medio de la jaula de sus filudas costillas y fuera directo a morderle los dedos.

- No digas tonterías Emma- le responde con desdén- de tanto leer novelitas ya te estás enamorando de nuevo. Cada mes es la misma tontera, me duele adentro, me duele adentro...- dice imitándola sin gracia- A mi me duele la panza Emma- dice, bajando la voz- me duele la guata, cada vez que rechazas a un hombre con plata, por ese sentimentalismo de señito del medio día. No es por nada amiga, pero ya jode que digas todos los meses lo mismo y te enamores de un nuevo perdedor, como Marcos que no tiene ni de donde caerse muerto- lo dice en voz alta, irguiéndose en su silla segura de haber asestado una buena puñalada.

- ¡No metas a Marcos en esto Noelia, a veces deberías ser un poco amiga ¿no te parece? !


El calor de las mejillas de Emma encendidas por la rabia repentina, llegan hasta mi, mezcladas con el denso olor a su perfume y a los cigarrillos dulces. Me pregunto quien será Marcos, su novio? Su amante?
- ¡El si era un santo!- me aclara Emma sin darse cuenta. Él si me quería, no es como los otros. Me quería por lo que era. En cambio ahora. ¡Mírame! Ya no sé quien soy. Apenas si tengo dinero para hacerme las uñas, para hacerme un peinado digno, si alguien por caridad me invita a una fiesta como antes. ¡No puedo ni siquiera tomarme un café que no sea en pocilgas como ésta!
- Baja la voz Emma, dice la rubia nerviosa porque las boten de la cafetería. Pero el chino que atiende se duerme sobre el periódico con crucigramas a medio resolver ajeno a su discusión, y nadie mas que yo en la penumbra de la pocilga está para asustarse de su voz, que aunque aguda se oye fuerte y rabiosa. Una voz de mujer que estalla y desea mandarnos a todos al infierno.

- ¡Me odio Noelia! venir a Lima fue la peor decisión que he tomado. Odio la maldita casa en donde vivo, tus malditas amigas con pinta de rucas, hacer tus dietas de vegetales crudos y granos que me estriñen sin remedio...


Noelia abre ahora los ojos como platos, parece que se fueran a desobirtar esos enormes ojos verdes, que fueran a salir volando los lentes de contacto y clavarse en el rostro encendido de Emma, que habla sin detenerse de todos sus odios a la ruca de su amiga y a esta ciudad de mierda.

- ...¿Y sabes que odio mas de todo? - Noelia la mira asustada de lo que pueda decir Emma-

Odio ser pobre y tener que vivir contigo... Odio que aquí yo solo sea la pobre Emma León, sin padres, ni protectores. Que me presentes amigos que me quieren tirar a la primera, que me presentes a viejos que me miran las tetas, que tenga que respirar el mismo aire de tus cigarros negros dizque finísimos y que medio Lima sabe que solo fuman las putas como tu y tus amigas!

Emma termina de despotricar sobre su amiga, con ojos brillosos que ya no ven nada arrojando el cigarro al piso, mientras, Noelia sale volando de allí, no sin antes mandarla a la mierda, porque A ver que sitio consigues trujillana de porquería, que en esta ciudad no se perdonan a putitas arrepentidas como tu.

Noelia, ni paga el café que Emma ya derramó sobre el mantel al tirarse a llorar sobre la mesa. Se marcha con piernas tembleques sujetando una carterita pequeña, donde debe guardar los condones y labiales brillosos que Emma dice odiar tanto.


Yo me quedo estupefacta en la mesa de al lado, si pudiera pagarle el café a Emma yo se lo pagaba, pero mejor sigo garabateando en silencio, no vaya a ser que la trujillana loca del flequillo marrón, también se lance sobre mi y me diga todas mis verdades de a gratis como a la rubia pre pago.
No, mejor sigo garabateando, que ésta ciudad está llena de rucas locas, mejor ni meterse con ellas.

lunes, 9 de abril de 2007

Olivia

Yo me imagino su corazón seco, seco y polvoriento como un terreno salitroso. ¿Alguna vez has caminado sobre salitre?- me dice, mientras sus ojos chispean al hablar de su próxima protagonista. No, le miento cortésmente, aunque en verdad si haya caminado sobre el salitre blanco de terrenos estériles en mi infancia, esa no es una anécdota que a él le agradaría escuchar. En ese mismo momento recuerdo mi pie pisando la huella dejada por alguien mas y levantando olas de polvo blanco sobre mis vestidos y mi cara, en la ruta a un desierto enorme de salitre y cenizas. Él en cambio, mira al horizonte plateado tratando de delinear lo mas fielmente posible Olivia Sánchez, su nueva heroína.

Sus manos mojan ahora en sudor, la hoja con las instrucciones del maestro para hacer el próximo relato. La estruja y mira fijo al horizonte, como si Olivia Sánchez naciera al final de la calle, y viniera directo a él ofreciéndose a ser, no solo su protagonista, sino su cómplice, en este cruel oficio de crear historias que interesen al público y puedan dejar algunos centavos demás para pagarse la sopa del día. Mientras él mira fijamente al final de la calle, yo casi puedo ver a Olivia, naciendo desde el asfalto, con unos suecos viejos y gastados, con las piernas llena de llagas y erosiones, con ese delantal floreado que lleva la gente antigua y con unos ojos duros y negros, como escarabajos lustrosos en medio de sus cuencas desechas. Imagino a Olivia triste, aunque él no lo mencione.

Él voltea a mirarme y menciona que se imagina a Olivia como yo, entonces sonrío y le digo que ya está perdiendo la perspectiva de una buena ficción. Que si sigue poniendo rostros conocidos a los personajes de sus libros, jamás logrará una buena crítica. Él encoje los hombros y tira el papel arrugado a la calle: ¿Tu crees que alguno de nosotros consiga una buena crítica alguna vez? Su rostro luce triste y amargado, al terminar de decirlo. Ahora soy yo quien encoge los hombros y juego a encender un cigarro que saco, doblado y maltrecho de mi bolso marrón. Es imposible que encienda, pero me relaja tenerlo entre los dedos, aunque sea apagado.

Insisto, me dice, Olivia deberías ser tú, aunque no seas alta. Trato de que me salga una carcajada real para avergonzarlo y callarlo, pero en verdad yo también me la he imaginado alta como un pino y de cabellos negros y brillantes cayendo sobre el mandil percudido de flores amarillas. Sé que soy muy pequeña para entrar en el alma de un personaje tan complejo, como el que él intenta construir. Pequeña no solo físicamente, tal vez no llegue a ser jamás tan dura como ella.
¿Me discriminas por ser chata?- bromeo y él entiende la broma solo minutos mas tarde cuando esboza una torpe sonrisa, se nota que sigue pensando en su nueva historia y en su nueva heroína. Se nota que él también sabe que yo no doy la talla.

Mas que discriminada, deberías sentirte halagada, insiste. Si gano el premio de éste año tu rostro aparecerá en la portada del libro y serás Olivia Sánchez para el común de la gente. Y claro, yo seré famoso y podré comprarte muchas cajetillas de cigarros para cuando estés nerviosa.

Es increíble la forma, como cree conocerme. Casi sin darse cuenta se agacha, se acomoda las medias dentro de sus zapatos sin lustrar y estira una media celeste que oculta un hueco en el talón, que su tironeo inútil ha hecho salir a la luz.
No me interesa volver a ser tu protagonista, cada vez que imaginas a una heroína con mi cara, el relato se desfigura y jamás lo terminas- le digo intentando no sonar ofendida. La verdad es que aun me molesta saber que no le puso final al último cuento que escribía, solo porque no quería imaginarme muerta, o al menos eso dijo.

El papel arrugado con las instrucciones del nuevo relato, revolotea entre nuestros pies, sin ánimo de irse. Deberías sentirte agradecida- repite- No te voy a poner siempre de heroína en todos mis textos, alguna vez tendrás que ser la mala. Jaaaaaa, no me importa, le respondo al ver su mohín de pena en el rostro. Yo soy siempre la mala de la película.

Pero él no responde, se nota que Olivia Sánchez ya ha nacido para él, con mi rostro y con 30 centímetros mas de altura al final de la calle. Puedo sentir la fuerza con la que va hilando su relato alrededor de ella, ya ni siquiera necesita contármelo, ese corazón polvoriento de salitre y cenizas, se oye palpitar a través de la calle; triste, como un doblar de campanas.
Entonces él desaparece, se reduce a un simple guionista de sus oscuros deseos. Él empequeñece en la banca de madera y lo siento escurrirse a mi lado, desaparecer entre los huecos de sus medias, hacerse invisible a los ojos del mundo. Olivia Sánchez su nuevo personaje, avanza por entre la calle vacía, con su corazón terroso y sus enormes suecos viejos, apoderándose de todos, incluso de mi rostro.

sábado, 7 de abril de 2007

El Chico triste

Camino junto a el sin advertir que el sol ya está cayendo y que debería irme a casa, porque es tarde, aunque en esta ciudad parece que ya nadie durmiera. me siento cansada, pero me agrada oírlo, tal vez sea una especie de morbo extraño por saber de historias mas tristes que las mías, el tipo siempre me cuenta sus historias como si fueran tristes. Será un buen escritor, lo juro, pero a veces sus historias son tan tristes, que cualquier cosa en comparación parece ser solo una historia frívola de una niña fresa que aun no conoce el dolor.
Hoy por ejemplo, me cuenta que extraña su casa, a sus padres, a las calles de su pueblo. Le digo que puedo entender el sentimiento, pero parece que no me hubiera escuchado, sigue hablando mientras caminamos por en medio de la calle seguros que nadie conocido vendrá en sentido contrario a saludarnos, ni a preguntarnos algo. Al fin y al cabo, somos dos desconocidos más, en ésta ciudad extraña.

Es más alto que yo y sin embargo camina agachado, al caminar a mi lado diera la impresión que esta pasando por debajo de una hilera de árboles, que su pelo cada vez más revuelto se peinara en las ramas de tristes sauces llorones. Y habla lento, suave, con una voz de bibliotecario que contrasta demasiado con esa pinta sport y esas zapatillas viejas de hippie desfasado, que están a punto de abrirse, despellejadas por el asfalto que cubre toda la ciudad. Ahora me cuenta sobre su padre que tiene la voz alta y jamás lo abraza, sobre su madre que lo engorda de menetras y arroz, como si siempre lo viera famélico y a punto de morirse; sobre sus hermanas que le compran ropa de colores alegres, que él jamás usa, pero en medio de todo lo que me cuenta, cuando me habla de la calle en que está su casa, su cara cambia y por un momento éste hombre parece no estar hastiado de la gente, de la ciudad de donde a salido. No parece estar cansado, ni agónico, ni triste. S
u palabra parece fluir libre como el viento, liberarse de su boca torcida, aflorar en medio de una lengua casi blanca, sedienta de quien sabe cuantos besos.
Cuando él habla de la calle que lleva a su casa, parece hablar de la puerta al paraíso, del sendero oculto a una tierra de mieles; cuando él menciona esa calle de ventanas cerradas, de dinteles de madera con puertas desvencijadas, cuando menciona que nadie está en la calle para recibirte con un saludo medianamente amable bajo el calor de las dos de la tarde, cuando me cuenta que la gente sólo se abanica en el marasmo inmóvil de una tierra que parece vivir en el olvido, puedo ver como sus ojos brillan, como su cabello asciende, como sus venas vibran, solo en ese instante del relato, este chico triste parece estar vivo.

Seguimos caminando y siento que Lima también se ha quedado vacía, que los autos ya no pasan, que la gente ya no grita, que en medio de esta ciudad gris y pequeñas motas de césped, cuando se la mira desde lo alto del cielo, ya no quedara mas nadie que nosotros y su historia que no es triste, pero suena como tal.
Ésta tarde ya no hay nadie excepto yo y el chico triste que me habla de su casa, de la calle que lleva a su casa, de ese lugar que solo vive en su olvido. Puedo imaginar entonces, el día brumoso de mediados de Abril, en una provincia sin nombre, el sol pálido que nunca calienta lo suficiente, el viento que interrumpe toda charla, el olor a brisa inundándolo todo. Y a él caminando junto a la playa, tratando de amansar con su silencio lo alto de la marea que se encrespa en viernes santo.
Imagino su semblante taciturno, del que llega a casa y ya no encuentra a nadie, del que extraña no a personas, sino a ecosistemas, del que me cuenta no detalles del rostro de su padre o la risa de su madre, sino del color de los techos de las casas, de los vidrios empolvados, del olor de la comida que se prepara a medio día, pero de la que nadie parece dueño, porque en ese lugar que solo vive en su olvido, dudo que alguien se haya quedado a esperarlo, me imagino entonces, a ése lugar silente y dormido, como ahora me habla él con ojos brumosos, con la nariz cortando el viento como una quebrada brillante surcando su rostro cobrizo.
Me imagino ese lugar que huele a mar y hierba recién cortada, como el hueco tibio de su axila abrazándome antes que llegue el frío y de pronto me doy cuenta que yo también he caído en el hechizo de querer a las personas y a las cosas no por el detalle, no por el rostro, no por nada que me genere gusto, o un placer puntual que me haga feliz, sino por ese aroma al conjunto, al recuerdo que nace en la melancolía de evocar lugares olvidados, inexistentes, tristes, de los que ya hemos sido despedidos. Miro, su rostro y bajo los ojos, prefiero no mirarlo, es feo y taciturno sin nada que ofrecerme, pero en mi memoria me queda su voz suave, las calles de su pueblo en la mente y la ciudad de Lima durmiéndose y despareciendo a nuestro paso, volviendose brumosa igual que en todos sus relatos.

miércoles, 4 de abril de 2007

En un Mundo en donde Todos estan acostumbrados a Golpear, Yo No deberia ser tan Sensible.

miércoles, 21 de marzo de 2007

zaz! Nada...

Hoy me acorde de 'el, al darme cuenta de la vacuidad del sexo. De ese sentimiento que te inunda terminado un orgasmo, de esa orfandad posterior al placer mas primitivo. Hoy, creo que hasta llegué a extrañarlo un poco, porque quería saber si el, aquella vez sintió lo mismo. Si esa única vez juntos, sintió esa inmensa soledad que resuma del pecho al alcanzar el orgasmo. Si ese silencio, esa ausencia de toda palabra fue para el, lo mismo que para mi: La certeza dolorosa de que aun juntos siempre seguiríamos solos.

No tiene que ver con la persona, creo que eso ya tiene que ver con uno. Después de terminada la masturbada obligada a las semanas de máximo estrés, me quede así, tirada en la cama sin pensar en nada mas que no fuera el y la inmensa soledad del mar, ese azul que nos e termina nunca, ese espacio ilimitado solo palpable, en el momento que sigue a esa felicidad fugaz del onanismo mas puro.

Me pregunto, que hubiera pasado sin en lugar de ser solo una paja cualquiera, hubiera sido realmente sexo, sexo compartido, ¡que estafa mas grande!, ¡que sentimiento de culpa!, que frustración posterior… Ahora entiendo a los que fuman cigarrillos, a los que se quedan mudos, a las que abrazan su almohada, ahora entiendo a toda esa gente que se siente más sola terminado el sexo, que antes incluso de tenerlo. Esa frustración, de creer estar acompañada al menos por un momento y luego, zaz!, simplemente se termina todo y el sentimiento de vacío es aun mas grande, es enorme, casi, casi, insoportable…

Ya no me gusta el sexo con otros, ya no me interesa compartir nada. Hay tan poco que hablar cuando se termina, hay tampoco que pueda interesarme compartir. Cada persona que llega a mi vida lo catalogo en términos de un sexo probable, de que hablaremos posterior a hacerlo y de pronto…nada, me doy cuenta que nada, que no compartiría nada mas que silencio y esa sensación agobiante de haberle incrementado la soledad al otro…de no ser jamás suficiente.
Hace mucho que no tengo una relación formal y tampoco me interesa tener una, que se base solo en sexo. Ese sexo mecánico que cansa como montar bicicleta, que agota como 100 metros planos, que alucina como maniobra de circo…ese sexo que no se acompaña de palabra alguna que valga la pena, ni antes ni después. Ese tipo de relación que te la podría dar cualquiera y precisamente por eso, es tan desechable.

A veces pienso que me estoy volviendo egoísta, a veces siento que entiendo ese afán de los hombres de ser independientes, de tener sexo con una mujer solo en caso de necesitarlo, ese afán de no querer iniciar una relación formal para no lastimar a nadie durante esos espacios muertos en que no se desea hablar, ni acariciar, ni decir nada, solo quedarse abandono en una orilla del mundo, con ese olor a sexo entre las sábanas, pero en el mas completo silencio, así, desnudo, como si fueras el primer ser sobre la tierra, como si fueras, acaso, el último.

Hay una canción que habla de no salir a buscarte, porque tengo miedo de encontrarte. Hoy acabé con ese miedo, salí a la calle y tuve la sensación clara de que lo encontraría en una vereda y lo saludaría animosa…o tal vez triste, no lo sé, pero lo saludaría y le diría que necesito otra noche como aquella, aunque haya parecido la mas triste de mi vida, decirle, que durante todo este tiempo, tuve la curiosidad de saber si él había sentido tanto vacío como yo, cuando terminamos de hacerlo. Si fue tan mecánico para él, como lo fue para mí. Si no sintió, aquella noche juntos, como un fracaso de todo acercamiento posterior. Si no sintió entre ambos cuerpos, cuando terminamos de hacerlo, toda una diferencia geográfica, millas y millas de un mar inacabable, que jamas podríamos surcar con caricia alguna. Si no sintió como yo, culpa, ganas de arrancarse corriendo a casa, de vestirse rápido y largarse pronto, de taparse la cara, de meterse en el closet, de borrar ese momento de toda existencia.
Hoy tuve ganas de preguntarle tantas cosas, que solo él me podría responder, pero que probablemente jamás llegaría a hacerle, porque de esas cosas nos e hablan durante un café de viernes, porque de esas cosas intimas, entre dos seres extraños, ya no es necesario ni hablar, porque esa es solo, una curiosidad de mujer, una curiosidad tan humana, que a veces me invade como una pesadilla.

Hoy terminé de tocarme y me sentí serena de estar sola en casa, de que no haya incluido a nadie más en ese ejercicio evasivo a toda realidad problemática. De que solo hayamos sido yo y mi deseo y nadie mas de por medio, esperando que a que salte pronto de la cama y se vaya y se largue y no me diga que la paso bien, ni que finja un cariñito que ya ni viene al caso, simplemente que me deje sola, con mi insomnio, con mis fantasías de conocer a alguien que si valga la pena, que si de amor, terminado el sexo, durante y si es posible todas las horas antes. Que me deje en paz, porque seré mujer, pero a veces no quiero que me abracen, ni que me toquen, ni que me hagan arrurú mi nena, porque a veces yo soy tan egoísta como todos y solo quiero sexo sin palabras, aunque luego duela. Duela esa soledad y ese abandono de terminado todo esfuerzo físico. Por eso cuando me masturbo, me queda la satisfacción de no hacerle daño a nadie y de que nadie me hace daño, aunque se sienta extraño, raro, aunque huela a inhumano.

Y hoy me sentí tranquila, por estar sola y sin culpas, pero también melancólica. Porque inmediatamente después de ese esfuerzo mecánico, de dolor, placer y calentura, pensé en él y en todo ese vacío incontrastable, en toda esa soledad en la que se queda sumergida una, terminado el sexo. En ese vacío que tenían sus ojos mirando los míos, en esas millas y millas de mar oscuro que nos separarían siempre. En toda esa vacuidad.
Porque así es, cuando es solo sexo, soledad inmensa, mente en blanco, piel que no alcanza a ser arropada, alma que se queda desnuda, palabras que se quedan a medias. Simplemente vacío, un inmenso e ilimitado vacío que es mejor no hacérselo saber a nadie.

Volviendo a pensar en voz alta

Time- Pink Floyd

Una vez leí un libro que se llamaba Senen, es tan raro que a veces dudo de si en verdad lo leí. El tipo era un retardado que tenia que escribir todo lo que le ocurría en un cuaderno azul que luego leía su psiquiatra, por supuesto el tipo no era tan retardado, solo algo fronterizo y usaba otro cuaderno para escribir lo que realmente sentía. A la mitad del libro, se da cuenta que ese también es visto por sus psiquiatra, que finalmente no había secretos, por mucho que se esforzara en abrir y ocultar cuadernos, porque al final siempre alguien veía lo que el escribía, lo que sentía, tal vez porque en el fondo, era eso mismo lo que el quería.

Estos días me he sentido como Senen, abriendo y cerrando páginas, corriendo tras celosías, a veces espesas y a veces demasiado ligeras. No puedo ordenarme, finalmente siempre escribo lo que siento, desordeno cualquier intento de texto objetivo y le voy metiendo cosas mías, esas cosas que hacen burdo un escrito y lo transforman solo en un diario más. A veces pienso que me quedare toda mi vida escribiendo solo diarios que nadie leerá, ni siquiera soy lo bastante famosa para que a alguien le interese leerlos. A veces, simplemente siento que me alejo de lo que realmente me mueve a intentar más y más cosas. A veces solo me estanco en la persona que soy y dejo de escribir en serio. Simplemente escribo para mí.

It Never Entered my Mind- Miles Davis.

Esa canción oigo ahora, mientras escribo acostada en la cama, mirando por la ventana abierta la calle iluminada de sol y de gente caminando a prisa. Solo yo, permanezco a medio día, con el pijama azul demasiado masculino y los calzones manchados por el spotting de mitad de ciclo, escribiendo como si no me faltara el tiempo, escribiendo como enajenada.

Ya debería dejar de mezclar las cosas, debería hacer lo que dije que haría, una pagina solo para artículos interesantes y otra para mis intimidades de siempre, que se quedaría enmoheciéndose dentro de mi viejo pendrive. Pero no puedo dejar de mezclarlas y a veces simplemente me enferma hablar en tercera persona, si soy la suficientemente egocéntrica para saber que estas cosas, todas estas cosas, no le pasan a nadie más que a mí, solo a mí.

Es que eres todo un personaje, me dijo alguien una vez. Supongo que soy personaje, mientras dura la lectura de esta pagina, luego salgo a la calle y soy yo, la tímida transeúnte que reúne en su mirada muda el desprecio del que ya no busca relacionarse. Salgo a la calle y lo observo todo, pero a veces cansa hablar de lo cotidiano, sino aquí dentro, explotan en el corazón trazos de eventos extraordinarios.


Come as you are- Nirvana

Parece aun verano, me dan ganas de ir a la playa, de oír mucha música fuerte, de no tener que hablar con nadie, de aprender a surfear. No puedo hacer ninguna de esas cosas, mi máximo momento es este, cuando todos se van de casa y me quedo yo sola, con el computador en las piernas, escribiendo lo que s eme venga en gana, mientras la ciudad arde allí afuera.

Hace unas semanas los días eran nublados y tristes, me desperté una tarde y a través de la persiana abierta, vi los gallinazos negros caminando tranquilos por las cornisas del edificio cercano. Había uno y más de uno caminando pensativos por los techos y cornisas.
Mas miraba y mas aparecían, no era una imagen a lo hitchcock, era algo mucho mas triste, eran las aves de carroña, dueñas y señoras de la Lima urbana, mientras sus habitantes dormitaban en playas lejanas. Era la imagen de la muerte apoderándose de una ciudad vacía y allí estaba yo, presenciándolo todo, con la ventana abierta, temiendo que olieran mi carne, que vinieran por mi, que estuvieran acechándome. Temiendo que no hubiera nadie para auxiliarme…para despedirme.


Love songs- miles davis

No debería contarte esto, pero me causa pereza escribir una carta distinta cada día. Escribir a mi madre que me encuentro bien, a mi hermana confesándole mis nuevos desastres en el amor, a mis amigos ayudándolos en su depresión mas severa, a el, para decirle que aun lo extraño. Me da pereza, poner una cara distinta para todos, escribir, una carta por día y sentir que no digo nada. Que no hay nadie a quien escribirle realmente.

Ojala el mundo no fuera tan simple, existirían menos personas como yo buscándole el truco al mago. Ojala el mundo fuera más corto y en las esquinas de la vida encontrarte como antes, para hablarte de mí y de mis cosas, de esos pequeños detalles que ya ignoras bastante. Ojala pudiera ser invierno y verano a la vez, así podría invitarte un café a la salida del trabajo y caminaríamos de brazo, como viejos amantes, que ahora no son mas que amigos. Y apoyaría mi cabeza en el hueco de tu axila y olerías tal vez, el perfume frutado de mi cabello en desorden, olerías tal vez, que aun hoy como antes, me quemo en un fuego lento de deseo y remordimiento, por esas cosas que ya no puedo decirte, ni en voz baja ni en secreto. Porque cuando se acaba el amor, cualquier artificio por pasar la noche juntos, por hacer ademán de un beso…todo, es simplemente obsoleto.


Blue in Green- M. Davis

Debería ser verano algunas veces, para que la gente me deje usar la poca ropa que quiero, para que así, cada vez que salga a la calle vea una mujer con ropa floreada o un hombre con gafas oscuras, para que así, cuando salga a la calle imagine que el mar no me queda tan lejos, que no me he ido a ninguna parte, que sigo cerca. Que puedo encontrarte en cualquier avenida, bajo una alameda de árboles y que las hojas aun serán verdes, que las ramas aun serán largas, que nadie ha podado aun, esa primavera en la que fuimos novios.

Debería ser verano mas a menudo y así, te recordaría entre olas de agua y no te confundiría con nadie. No te sumergirías en el hechizo de mi olvido y mi pena, simplemente saldrías a flote y contigo, toda esa esperanza perdida, de un futuro bonito, de un futuro contigo.

Sinatra- NY, NY

Ayer soñé con el, al diablo, cada vez que mi vida se resquebraja, sueño con el y todo parece perfecto. Porque no es ser, sino parecer y a mi me parece que nadie me volverá a amar como el, así que al diablo, si eso es evidente que ya no es cierto. Al diablo con eso.

Sabes?
A veces cuando escribo así me acuerdo de R.K, el que me dijo que volvería por aquí, cada que quisiera leer algo bonito y bueno…hasta culpable me siento de no escribir bonito, de no ser la que era antes. De que a veces simplemente, termino escribiendo como la de siempre, aunque a esa ni la hayas conocido.

Piece of my Heart- j. Joplin

Coraje, me da coraje y hasta algo de pena ver las cosas que he escrito, perdidas para siempre. Siento como si no pudiera recuperarlas y me quedara estancada en mi mundo interno, en mis sentimientos mas opacos, viviendo entre diarios anónimos, llenos de sentimientos que gritan: stop, it’s enough, enough….

Hace unos días halle un articulo mío en una pagina que ni siquiera conozco y de pronto me di cuenta que era citada por bastante gente y terminaba leyendo los artículos y hasta me terminaban gustando, hasta pensaba, vaya! Esa chica si que lo hacia bien.
Ahora solo escribo huevadas, si MIS HUEVADAS, no hallo otro termino mejor para definirlas. Son esas cosas mías que pueden sonar a novelilla de revista de moda, a tonteras sin pies ni cabeza.

Glory days- B. Springsteen

Ayer me quede hablando con ella, no se como ponerme un ovulo me dijo- tengo miedo y le explique como, le dije que era como masturbarse y después de reírnos un rato, me dijo que jamás lo había hecho. Masturbarte? Nunca lo has hecho? No, me dijo y yo sentí pena. Ella ha hecho el amor y ha vivido con un par de tipos, pero jamás se ha tocado y pienso en su edad, apenas 21, a esa edad yo tampoco me había tocado y le explico que yo estuve con un tipo por 4 años sin tocarme nunca, que estuve con otro por dos años sin pensar en hacerlo y que luego finalmente lo hice y fue lo mejor del mundo. Y ella se río, pero yo no, porque era cierto. Porque recién al tocarme supe exactamente lo que quería, es tonto pero en ese amor físico de un dedo y una vagina, vislumbre que el hecho de amarse es mas que algo físico y tonto, es saber exactamente lo que quieres y esforzarte por lograrlo. Ojala tener sexo fuera tan bueno como masturbarse, ojala el hacerlo fuera tan bueno como hacer el amor con la persona que amas, ojala…

Y ella se muere de risa y me dice que se nota que soy una ueona a la que le encanta el sexo y le digo que si, que ojala no fuera cierto.

Money- Pink Floyd

Al empezar el año leí mis predicciones chinas, todo me saldría bien, tendría un montón de dinero, mi vida finalmente se arreglaba, habían terminado las vacas flacas y tendría mucho sexo bueno.

Ya parecía que la mujer que había escrito eso, también era de mi signo chino, pero no. Para mi no eran buenas predicciones, exceptuando lo del dinero, me indisponía saber que Eros me manejaría todo el siguiente año y que no se vislumbraba amor por ninguna parte. No solo eso, me decía que experimentaría cosas nuevas con respecto al sexo…y eso mas me generaba disconfort, malestar, ganas de mandarla a la mierda, porque yo ya no quería experimentar nada que no fuera una relación amorosa, en la que ya no se andaran con juegos.

No se suponía que este año seria espiritual? Que había alcanzado un nivel de experiencia y madurez que me serviría en el futuro, para nuevos retos? No se supone que había alcanzado todos mis chacras o comos e llamen esas vainas? Por que ahora me venían con esa predicción de arrechería cósmica que me jodia el panorama?

Es que esa tía seguro escribe, lo que las mujeres quieren oír y claro! Como las mujeres basan su vida en la plegaria a San Unamuno, mejor tirar con todos que con ninguno,
La tía se las ingenio para presagiarme en este año, sexo hasta en el desayuno…


Pues nada, que ya termine y a ver si alguien me enseña a dotar a esta porquería de una conexión inalámbrica, porque ir a los cybers ya me esta dejando pobre…más...

jueves, 1 de marzo de 2007

Joder! Mujeres al Volante...

- Debería volver a correr pronto, pienso, cuando un pitido de auto me saca de mis cavilaciones mas profundas y me hace recordar que estoy en Lima, la ciudad Caótica, en donde si no gritas piteas.
Desde que vivo aquí le he perdido temor a los buses grandes y a sus pintorescos vendedores. Cada que subo aun bus y veo a un tipo subirse el polo para mostrarte todos su cortes y cicatrices de bala, con el mismo orgullo que puede ostentar alguien que ha luchado contra tiburones, recuerdo mis primeras veces en esta ciudad sacando desesperada cualquier moneda suelta para que el negro cuco que ofrece sus caramelos me saque su aliento a hierba de encima.

Ahora me da igual si es delincuente o no. Si es alguien que necesita mi dinero para comprarse un pan o un paco, o si el que me interpela a mitad de camino en el bus está agonizando o tiene 5 hijos en casa. Ha llegado a tal grado mi insensibilidad para esos discursos de miseria diarios, que solo sacaría una moneda si me amenazaran con una jeringa que acaba de ser infectada o me mostraran algún tumor que hable.

Tampoco me conmueven las mujeres que arrastran bebes alquilados en algún pueblo joven, ni los viejos que te cuentan que son jubilados o los últimos sobrevivientes de CLAE. En realidad después de subir a un bus por casi una hora y ver en promedio cinco personas contándote, a cual mejor, sus historias de miseria, con ese orgullo de ser los personajes anónimos del talk show urbano, ya todo me parece posible.

Mención aparte merecen las llamadas combis asesinas acelerando como jinetes del Apocalipsis apenas cambia las luz roja, con las ventanas abiertas el viento despeinándote hasta la última idea calma y con esos alaridos de cobradores y conductores para que subas “Rapidito no mas”. Esos gritos que son mezcla de rabia y algarabía, que al salir de las gargantas pretenden despellejar en una sola nota sostenida esa impotencia contra la sociedad que los hace trabajar de sol a sol sin gota alguna de dignidad.


A RITMO DE CLAXON

A lo que aun no me acostumbro ni aquí ni en ningún lado, es a los pitidos irritantes que te sacuden desde sus goznes los pensamientos más íntimos. A lo que no puedo acostumbrarme aun, es a saber que son en su mayoría mujeres, las protagonistas del bocinazo fuerte y del ritmo del claxon mas diabólico.

Si pues, mujeres ¿A qué no sabías? ¿Acaso pensabas que eran los choferes de combi los que piteaban más? ¿Los que conducían ambulancias? ¿Los taxistas del centro de Lima? No pues, si son mujeres las adictas a ese lujo que es decirle con un solo apretón de bocina a alguien: ¡Muévete, mierda!

Es que parece que a estas lindas damiselas les hubieran enseñado a conducir en una ciudad de sordos, que les hubieran dicho “Preferible romper los tímpanos a atropellar incautos”, que en su espejo retrovisor hay un letrerito diciendo “You´ve got the power of claxon" (Tu tienes el poder del claxon). ¡Claro, pues! Esa debe ser la explicación para que en mis caminatas diarias vea mujeres, jóvenes, viejas, y de todo calibre, apretando el claxon con tal frenesí y persistencia, como si de ello dependiera su entrada al paraíso. Como si el timón fuera una extensión orgásmica de lo que no queda satisfecho en casa.

CARROS DE FUEGO

Pero claro, alguien me dirá que las mujeres han batallado tan largamente por tener los mismos derechos que los hombres que también pueden darse el lujo de comportarse como chofer de trailer, de tener la intolerancia de cualquier microbusero y la tozudez y los modales de cualquier chofer que se respete en ésta Lima, la ciudad Luz.

Solo el otro día, pude ver como una señora muy digna ella, le estrellaba la bocina en los oidos del incauto taxista que acababa de estacionar para bajar a sus seniles pasajeros, como si con ese acto pudiera acelerar el ritmo del tráfico y detener el avance de su osteoporosis.

Pero no solo es su afición al ruido y a la intolerancia lo que caracteriza a estas hábiles conductoras (que por suerte no son todas) está también su delirio por la velocidad sin frenos. Su fanatismo por las películas de James Bond o de Matt Diamond.

Si, pues, parece que su fanatismo a este último y a sus persecuciones por callecitas europeas, ha hecho que estas lindas féminas se hayan tornado en las Meteoro modernas, en las Shumaccer de las autopistas limeñas, en personajes de ficción que parece que no se chocaran nunca, así aceleren a 130 Km/h. Que el sonido de su claxon piteando como corneta desde media cuadra antes, pudiera evitarles cualquier choque intempestivo. Que el sonido irritante de su bocina pudiera bendecir a los cojos haciéndolos saltar de sus muletas, a los viejos haciéndolos correr mas rápido, a los perros, que ¡ay, pobres! Seguro terminan muertos entre sus ruedas veloces.

¡Olé señoritas! que se han ganado el derecho a ser todo aquello que tanto criticaban de sus congéneres masculinos. El escupitajo y la grosería ya no es potestad de los seres andrógenos, el apretar el claxon les ha devuelto ese grito que las libera de la opresión de sentirse insatisfechas. Es su bandera contra el sistema, es su versión moderna de un W. Wallace con piernas depiladas. Es su nuevo derecho a piso. Entonces "¡A pitear, carajo!"

martes, 27 de febrero de 2007

La Nariz.

Sentada en el banco de a clase, me detengo a mirar mis pies absorta en la pedrería de mis nuevas sandalias hindúes.
- Bonitos pies-me dice alguien. Sin levantar la cabeza le digo que No, que los odio, que de buena gana me los cortaría, ella- pues es una ella y no un él, la dueña de ese comentario, sonríe divertida y añade.
- Yo si me cortaría la nariz.
Volteo a mirar a la joven que se ha sentado junto a mí y veo su perfil perfecto dibujado sobre el atardecer que ahora cubre los amplios ventanales del edificio antiguo que nos rodea.
- Tu nariz es bonita- digo yo-no entiendo porque podrías odiarla.
- No odio a mi nariz, odio a su función y a todo lo que conlleva- agrega en un tono melancólico. Yo sufro de hiperosmia- me dice con tristeza, como si se tratara de una maldición antigua.
- ¿Hiper qué? Repito yo. Hiperosmia, la facultad de percibir los olores con más eficiencia que los demás seres humanos. Pero...¡eso es grandioso! reparo yo.
- ¡No! te equivocas, tener hiperosmia es peor que tener unos pies feos, me dice. Entonces, yo escondo los pies enfundados en pedreria, por debajo del banco de madera y me detengo a escucharla. Los siguientes minutos la joven me contará sobre sus tribulaciones por ser dueña de una nariz tan especial, sobre lo terrible que es ir por el mundo sabiendo a ciencia cierta a que huele cada cosa, prediciendo que persona viene, que es lo que trae metido en el bolso o si se bañó o no.

A mi me parece una historia divertida, pero ella me la cuenta entre triste y enfadada. Parece que tener ese “Don” la molestara sobre manera. Podrías dedicarte a sommelier, le digo yo para animarla. Ella me dice que no le interesa, que el olor a los vinos, quesos y vinagres solo le puede provocar cefaleas insoportables que la sumen en curas de sueño si recibe la medicación adecuada o en absurdos ataques convulsivos, si no tiene una pastilla a mano.

La joven se mueve en el asiento y yo pierdo de foco, su mirada, su cabello rojizo, su porte diminuto, su boca que hace pucheros al terminar cada frase como si fuera solo una niña pequeña. Toda mi atención está ahora, en esa nariz perfecta, que nace por debajo de sus cejas y se levanta al cielo respingada y alerta, como un pálido grumete en lo alto de un barco.

¿Algo de ventajoso debe tener haber nacido así, no?- le digo, cuando me termina de contar que es la única de su familia con esa habilidad que le ha causado pleitos épicos por opinar acerca del olor a la comida de su madre, del perfume de sus cuñadas o de los calcetines de sus hermanos.

Sí de hecho tiene ventajas, puedo percibir olores que nadie más percibe, me dice serenando su cara. Puedo percibir la mezcla de la hierba cortada aderezada por el aroma de la brisa marina. El perfume de las frutas maduras en el mercado, del melón calameño mezclándose con el durazno. Del maracuyá y la lúcuma serrana, de las uvas recién traídas en canastos de mimbre desde Ica. De las sandías maduras, cuando comienza el verano. De los anticuchos tostándose sobre los braseros al llegar la noche; de los hombres con colonias que se desvanecen con el primer sudor de vergüenza al saludar a una mujer; de las mujeres seguras con champús frutados en el pelo caminando por plena avenida, antes que los floripondios regalen a la tarde su último aliento.

Termina de hablar y noto que ha cerrado los ojos. Por un momento yo también. He imaginado a la ciudad nueva con todas esas fragancias que yo olvido de percibir siempre. Con toda esa gente de la que ella describe sensaciones solo por el olor que desprenden. No puedo evitar decirle que ahora su hiperosmia me parece algo mágico.

Es mágico mientras no te subas a ascensores llenos- sonríe- mientras no vayas a tiendas que están en rebaja... Es mágico mientras no entres a perfumerías caras o a la sección de detergentes; o cuando no cruzas Lima de cono a cono sobre una combi repleta a mitad de febrero con todas las ventanas cerrada. Es mágico mientras no tengas ganas de sexo.

¿¿Sexo?? Repito pasmada. No puedo creer que también eso sea una desventaja. Y entonces me cuenta que durante años no pudo tener novios porque siempre les hallaba un olor especial o en el cuello o en las axilas que la sumiera en el total desencanto. Que podía creer estar enamorada hasta que el día menos pensado el tipo acudía a la cita con un olor a ajo que emanaba de sus dedos, fruto de trabajar en cocina. O de acetona y bencina, si es que el tipo trabajaba en algún laboratorio. Lo peor de todo era cuando ya estaba por dar el si y ese día sentía en las manos del hombre elegido un fuerte olor a mariscos, similar a toda la costa del Callao concentrada debajo de sus uñas, fruto de quien sabe que maniobra de dígito presión, que a ella le causaba más arcadas que deseo.

Finalmente un día conoció a alguien con características similares a ella. Ambos se cuidaban de no usar perfumes fuertes, del detergente a usar para lavar la ropa, de que no hubiera ni ajos ni cebolla jamás en su cocina y de que ni una gota de vino osara romper el equilibrio de aromas de su nido de amor. Él no sólo la comprendía a la perfección, sino que gracias a ese poderoso olfato tenía una perfecta guía geográfica de sus puntos mas erógenos y sabía exactamente el momento en cual cojerla o no cojerla, guiado solo por ese olorcillo tan sutil que humedecía sus ropas cuando ella ovalaba.
Todo parecía felicidad, excepto por el pequeño detalle que Miguel- así se llamaba- no solo era un amante detallista y complaciente, sino el peor de los celosos.

Dueño de un olfato aun más fino que el de ella, podía deducir por el olor de su ropa sus periodos de estro, sus cambios hormonales, su atracción más mínima por cualquier hombre que pasara a su lado, solo ayudado por ese olor que cubría sus poros, cuando ella veía a algún hombre atractivo.

Fue en ese periodo que la relación se hizo insoportable, no podía salir a la calle de brazo de Miguel, sin que éste intuyera minutos antes, aún que ella, que su ya cuerpo estaba secretando cientos de hormonas por el simple roce de olores con alguien del sexo opuesto. Por ese olorcillo que cubría sus poros como un sudor invisible, fiel indicativo de que a ella le estaba atrayendo otro hombre. Esos paseos por la calle desencadenaban en Miguel escenas dignas de un Otelo, que gritaba y golpeaba, y ella un odio creciente a ese hombre que días antes amaba con todo su ser.

Lo llegué a odiar tanto que solo podía imaginar su muerte cada noche- me dijo mientras sus labios se tensaban en un gesto de rabia y dolor. No sólo tenía mejor olfato yo, sino que ahora lo utilizaba en mi contra ¿entiendes? Mi olor me delataba siempre-Dijo mientras se volvía a mirarme con una expresión que me hizo recordar al mas inocente de los Norman Bates.

¿Se separaron?- pregunté con cautela, mientras pensaba que esta mujer diminuta, por sus gestos y sus reacciones, podía corresponder perfectamente a la imagen de una asesina en serie.
No; él murió hace un mes- me dijo.
Mis vellos se erizaron de inmediato, pude sentir que ella acababa de oler mi miedo, cuando volvió a mirarme.
No te asustes, no lo maté yo, fue el tumor.

Al parecer Miguel poseía un tumor en medio de su cabeza que le ocasionaba esa sensibilidad al olor cada vez más aguda y que finalmente le había provocado esos celos que rayaban en la locura. Su don, motivo de orgullo, lo había llevado finalmente a la muerte- me dijo- sin poder ocultar ese beneplácito que le daba el saberse única.

¿Y tú, no tienes miedo, que sea también un tumor lo que te causa esa “hiperosmia”?- dije después de un largo silencio que solo los autos a lo lejos rompían.

No, es que lo mío si es un Don- dijo ella, mientras olfateaba los restos de la tarde que moría sobre nosotras.

lunes, 26 de febrero de 2007

La Mujer Gorda

- ¿Es tu cartera? me pregunta la mujer gorda mientras se acomoda en el asiento de al lado. Yo apenas tengo tiempo de sacar la cartera de debajo de su enorme trasero, mientras le sonrío algo incómoda. La mujer gorda solo tendrá una veintena de años pero ya se viste como señora, adornada con perlas en las orejas y con un moño que la avejenta cada vez más, saca de su enorme carterón de cuero los implementos para oír la próxima clase.

- No te había visto antes- me comenta- ¿Eres nueva en el curso? Le digo, que sí, que relativamente nueva; pero ella me interrumpe para contarme que ese curso de narrativa es lo mejor que ocurre en mucho tiempo en este país, que el año pasado estuvo en uno con Carmen Ollé, pero que lamentablemente hasta la fecha, su historial como escritora sólo se reduce a los blogs.

Yo sonrío, el mundo parece estar lleno de tantos bloggers como de solitarios y complejos existan. Echo una última mirada a la mujer gorda antes que empiece a hablar el maestro y me la imagino con un nick como “la gorda pequitas” “lady princesa” o “Ni linda ni rechoncha”. El resto de la clase me debato entre escuchar al maestro y evitar sus múltiples interrupciones. A veces bromea es cierto, pero apenas se acerca a míi, el traquetear de su silla aguantando el trasero extralarge, hace que mi paciencia desaparezca como por encanto y me imagine diciéndole lisuras del calibre de un chofer de combi, para callar su perorata sobre el mundo blogger.

En el intermedio la gorda se acerca a mí como una lapa, no puedo quitármela de encima. ¿Sabes que son los blogs?- me vuelve a interrogar. No tengo ni puta idea- le respondo con una mirada que merece más su conmiseración que la reacción de rabia que yo esperaba. La gorda no se siente mal por mi respuesta, todo lo contrario, trata de explicarme que la comunidad blogger es lo mejor que hay para conocer gente culta. En este momento la gorda no cabe en su emoción: Acaba de ver en mí, a otra incauta a quien vender la idea de que ser blogger es como cambiar de religión, pues te garantiza el paraíso prometido de las relaciones sociales en èsta ciudad.

El resto de la oración se acompaña de múltiples gotas de saliva que brillan en el espacio que nos separa, paradas ambas a la puerta de la cafetería. Yo finjo que la escucho, pero mi mente se ha quedado pasmada al oír la expresión “gente culta”, en ese momento solo puedo imaginar que la gorda no ha entrado a ningún blog erótico de la blogósfera peruana, o a ninguno en donde escriban el "halla" en vez de "haya" y el "haber" en lugar de " a ver". Ella sigue hablando y pienso que por el contrario, ella es una de las narradoras anónimas de tremendos circos sexuales que hacen babear a los mas incautos y por tanto llama culto a cualquiera que no escriba vaca con b alta, ni orgasmo con "h".

No resisto a la tentación y le pregunto como llegó a conocer sobre los blogs. Me dice que antes ella andaba en las salas de chat, pero solo había gente loca, perdedores, tipos que querían violársela a la primera. Aquí no- me comenta. Claro, pienso, acá se la quieren violar a la segunda o a la tercera…y si no hay foto de por medio, mejor.
Cualquiera diría que la blogósfera para ella es un tamiz que separa los hombres malos de los buenos tipos, se nota por la emoción de su voz al hablar de sus nuevos amigos, por ese orgullo que le da el autodenominarse bloggeadora.
La mujer gorda se limpia el sudor que le cubre el labio superior, se acomoda el pelo, pone sobre su regazo el carterón de cuero, que ahora veo que es un Gucci que llora entre sus manos regordetas, saca la polvera y se borra las pecas de una sola pasada mientras sigue hablandome de su nueva aficion ciberliteraria.
Entrar a la blogósfera fue lo mejor que me pudo haber pasado- me comenta- antes siempre andaba deprimida, tenìa pocos amigos y encima engordè como una vaca.

Ahora soy yo, quien la mira con algo de conmiseración. Me cuenta sobre sus múltiples dietas, sobre los amigos que perdió cuando decidió quedarse en Perú. Sobre el novio que tiene vía Internet y que le manda tarjetas adornadas de flores todos los jueves, fecha de su ciber aniversario. Entonces le pregunto como conoció al tipo, que según todas las señales fue quien la sacó de la depresión más horrenda, luego de subir esos 15 kilos que ahora se le acumulan en el trasero y en unos hombros propios de amasadora de pan.
A través de los blogs- me comenta. Y de nuevo que naufraga la charla en torno a la blogósfera y de nuevo que entramos a clases y de nuevo que carraspea y me menciona 2 ó 3 nombres de los bloggers que antiguamente poblaban el ciberespacio y que ahora llevan desaparecidos meses. Yo era amiga de todos ellos- me comenta, luego de hacerme una lista de poetas, periodistas y atletas, dedicados al arte de bloggear.

Deberías entrar a “nuestra comunidad” me dice al despedirse. Es mejor que el Hi5, al menos acá, la primera impresión que tiene la gente de ti no es según tus fotos o por tu apariencia, sino por lo que escribes. Y claro, la gorda escribe bien, medio romanticota, medio cursi, media desfasada con esa prosa influenciada por Arjona y Deepak Choppra, pero con mucho sentimiento. Ahora entiendo porque tiene un novio blogger escribiéndole poemas los jueves y dedicándole posts por montones. Probablemente el tipo sea otro solitario queriendo volcar sentimientos en cualquier mujer que escriba con apariencia de sensible.

-Chao amiga- me dice. Y yo rechino los dientes por ese adjetivo que la gente en Perú usa con tanto desparpajo.
-Chao Laura- digo yo, mientras camino de regreso a casa.

jueves, 22 de febrero de 2007

Jueves de insurreccion

Hoy es un día malo, así que al carajo, hablare de mí.

No hay nadie en casa, llegue de caminar/correr y no había nadie, no se porque me afecta, a lo mejor porque mientras caminaba/corría estaba triste. Estaba triste y desanimada, al saber que ya solo podía caminar/andar y ni pensar en hacer el intento de correr/trotar.

La gente pasa frente a mi ataviada de ropa deportiva y yo solo camino. Salí tarde así que no puedo usar los lentes oscuros que me vuelven una mujer anónima. Voy caminando por la alameda y distingo que me gusta caminar sin música, así puedo oír la voz de la gente, los pitidos de los buses, la música de los autos. Distingo que aunque tuviera música para traer y pegármela en el brazo, no la traería, porque me haría una burbuja invisible de música propia y sensaciones propias, entonces ya no observaría nada y yo, bueno, ya sabes, yo necesito observar.

Sigo caminando y pienso en la maldita periostitis, también en los plátanos, en el tango, en que de repente me siento vieja y cansada y en que es cierto lo que me dijo ella la otra noche: el invierno esta llegando.
Yo odio el invierno, no me gusta el frío, siempre huyo de donde hace frío. Vine huyendo de la lluvia y hallo a Lima toda nublada y con un viento que silba en los oídos. Parece que fuera más tarde de lo que en realidad es, he caminado 3 cuadras y aun no me evado de esta realidad, aun están mis pensamientos corriendo velozmente, como si necesitara un teclado en ese instante o una grabadora de voz, o un telépata o un amigo…quien sabe?

Creo que la razón de estar triste es esta tarde nublada, ha bajado la presión atmosférica, yo siento frío, pero no me cubro. La mañana ha sido larga y tediosa luchando contra las sabanas y el maldito dolor atacando todo mi cuerpo. Luego he almorzado algo ligero y por la tarde he decidido volver a correr pase lo que pase. Pero no he podido. Y heme aquí, triste por eso, caminando a paso lento como una anciana vestida en mallas, como una mujer avejentada que usa gafas claras, para cubrir su rostro y que no la descubran. Ahí voy yo, reflejada en los espejos de los edificios, viendo mi figura cambiar de formas hasta hacerse fusiforme como un molusco.

Debe ser que la tarde esta nublada, en este tipo de tardes mi viejo fuma más que de costumbre, su olor a tabaco inunda la sala de estar, se pega en la ropa, en el cabello. El olor a cigarrillos me recuerda a mi viejo. Yo no fumo, no me provoca, ni siquiera hoy que acabo de descubrir que estoy triste y apenas es jueves.
Mi figura sigue reflejándose en los vidrios de los bancos, prefiero no mirarme, sino pensar en que debe haber alguna forma para dejar de escribir, para acelerar los dedos hasta que alcancen el ritmo del pensamiento. Una forma de comunicarte lo que siento en el momento que lo siento.
Ahora camino callada, el secreto para cambiar de ciudad es mirar a lo alto de los árboles, a los pisos más altos de los edificios, a las ventanas que están cerradas. Yo no miro la calle cuando quiero cambiar de ciudad, yo dejo de mirar a los autos, los conductores, los perros, las empleadas con delantal, los tipos de seguridad. Yo dejo de oír sus silbos, sus holas, sus “tiene Ud. Hora?”, sus miradas curiosas entre lascivia y miedo. No, cuando yo quiero cambiar de ciudad solo miro alto y puedo estar en cualquier parte.

Ahora camino con los hombros derechos, mira como hundo el abdomen, como saco los hombros, como arqueo la espalda. Mira que trato de caminar como la mujer que dices que soy, pero no me lo creo. He caminado tantas veces mirando al piso que me resulta difícil caminar así. El me ha tomado fotos, unas en que estoy erguida, otras en que camino como siempre. La mujer erguida tiene un cuello bonito e incluso un lunar graciosos en la sombra de su mentón pequeño. La mujer que camina agachada se ve tan triste y desolada que prefiere mirar al costado. El me ha tomado las fotos y yo las he visto todas. Parecen dos mujeres distintas.

Camino como el me dice, creo que el secreto es caminar con complejo de chata. Así siempre voy a querer estirarme, es como cuando vas al lado de un novio alto, estiras tu espalda, subes el mentón, miras hacia sus orejas. Te sientes pequeñita, pero juegas a ser enorme, así es como yo camino ahora, como una pequeña infante que juega ser grande, casi enorme.

La calle esta llena y yo aun no puedo correr, me duelen las pantorrillas. Me duele la dignidad solo poder caminar. Al llegar frente al mar, siento que todo esta bien, que podría quedarme horas viendo las lanchas que pescan, los surfistas esperando una ola, las parejas contándose tonteras. Observo la orilla de Lima, en que todo está calmo, menos mi mente. En ese momento yo sigo escribiendo a la velocidad de un rayo, contándote lo que veo, para que entiendas que es lo que siento.

Aun siguen tirando globos de agua, pero a mi no me molestan. Debe ser que me ven como una anciana, como yo misma me veo hoy. Hoy estoy lenta como una tortuga y canto en voz baja esa canción que aun no te he enviado. “es mi andar discreto…” así es el comienzo “…hoy yo ya no voy a grandes trancos por la vida…”. Entonces pienso en este fin de semana, en que tengo un nuevo compañero para las giras musicales, en que de cierta manera tengo ya un nuevo cómplice a quien enviar canciones.

Atardece en Lima, no se si quiero que leas esto, no tiene nada que ver con lo que te dije que contaría. Es que mi burbuja se ha resquebrajado, es que mi ventanilla se ha roto, es que en el tren de los recuerdos cotidianos, algo ha pasado que me ha hecho detenerme en mitad del camino y bajar. Bajar a campo traviesa y echar a nadar, así lentito, con la idea a mil de tantos pensamientos locos. Es jueves, no voy a barranco hoy. Hoy no quiero nada. Mientras cocinaba cantaba “…Ojalá que el deseo se vaya tras de ti…” era mi canción favorita. Silvio era mi cantante favorito cuando empecé a crecer, pero mañana no lo veré. Mañana será un viernes sin un café de por medio. Pondré a Manolo García y escuchare Pájaros de Barro por centésima vez, antes que el mundo se nuble de nuevo y me atrape esta tristeza que no es, esta tarde que no es, este atardecer de nadie.

Mira, ves lo que yo veo? Es increíble…Lima me depara una sorpresa cada día. Es la primera vez que el sol entra en el mar sin un banco de nubes de por medio. Después de meses y meses observando atardeceres frente al mar, precisamente mi día triste corona su final con un sol incandescente entrando a un mar azulado y frío como mis propios recuerdos.

Volvamos a casa, quiero escribir mientras aun haya tiempo para hacerlo y cantar aunque nadie me escuche.

“…pequeñas tretas…para continuar en la brecha…”

viernes, 16 de febrero de 2007

Corriendo en la ciudad

Por todas las ciudades que he pasado veía gente corriendo. Mi envidia era grande, al verlos correr, parecía que volaban, ajenos a todo, en su mundo inventado. Yo no podía hacerlo, siempre estaba de paso, siempre con una mochila al hombro, otras demasiado arreglada, otras con la compañía equivocada.
Yo jamás pude correr igual que ellos.

Hace poco empecé a caminar de nuevo, sabia que no iría a ninguna parte, solo quería caminar. Dejar de quedarme en casa. Ver el mar de cerca. Día a día el hecho de caminar hasta el mar se fue convirtiendo en una rutina. Me compré calzado nuevo, ropa más ligera, una gorra que tapara mi cara. Pero no agregué música al atuendo. En mi nueva fase de retorno al mundo, ya no busco música que me aisle de ellos. Busco en cambio el ruido que me pueda dar pistas de adónde van todos. De adónde caminan todos.
Todos ellos, siempre caminando con tanta prisa.

Una semana después, empecé a correr. No fue algo que planeara ni esperara hacer, simplemente di dos pasos rápidos y sentí que mis pies volaban, luego ya fue todo más fácil.
Corrí y me agité como cuando niña, eso era obvio. Pero mientras corría, pude ver como la ciudad cambiaba de colores, como los rostros se quedaban fotografiados en expresiones dispares, como el día cambiaba sus colores hasta hacerse noche. Mientras corría me di cuenta de cómo el mundo cambiaba a mis ojos, independiente de mi velocidad y de mi voluntad de hacer todo más paciente.
El mundo estaba cambiando y yo trataba de correr a su paso. De alcanzar al mundo, olvidando que corría en su útero mas confuso, bajo su luz mas oscura.

Poco a poco fui corriendo una distancia mas larga, en parte como un reto a mi misma, en parte porque quería hacerlo. El hecho de sentir mies pies ligeros y mi pecho inflándose con el último aliento de una tarde que agoniza me llenaba de fuerza. De una extraña fuerza, que salía de mi interior y se irradiaba hasta mis manos, luego hasta mis pies y mis ojos.
Podía ver a la ciudad mutando. Podía correr en pos de ella, hasta que me cansara. Hasta que ella se cansara de verme.

De niña soñaba que de tanto caminar rápido, un día rebotaba sobre mis pies de goma y echaba a volar. Volaba a un metro apenas del piso, me impulsaba en algunos pasos y volvía a caminar en el aire. La sensación era maravillosa, aunque no era el vuelo perfecto, esa era mi clase de vuelo ideal. Sin alas, sin hechizos, mi esfuerzo hacía que me elevara hasta ir más veloz que las otras personas, hasta olvidar que el camino existía. Corriendo en el aire.

Corro ahora, como si lo hubiera hecho toda mi vida, me sigo agitando, me sigue doliendo; pero al terminar la tarde, siento que correr me reconforta, que esa soledad y ese silencio de correr a solas, sintiendo solo la inspiración y espiración de un pecho agitado o el pequeño golpe de las zapatillas de goma contra el asfalto, es la canción perfecta, que no interrumpe, ni deprime.
La canción que no hunde en abismos de preguntas.
Al terminar de correr, todo permanece claro a mis ojos, incluso el rumbo de mi vida y de su frágil envoltura. Entonces veo al sol como una mancha naranja perdiéndose entre nubes grises antes de entrar al mar y pienso en mis sueños de niña, en esos saltos pequeños preámbulos de grandes impulsos. En esos pequeños esfuerzos que anunciaban vuelos más altos.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Las Balas

Esta ciudad no es muy violenta, pero de vez en cuando se dan sus balaceras. Nadie se hace mucho problema, ya sabes, lo de siempre: Policías haciendo alharaca de sus camionetas nuevas y hampones huyendo en algún carro blindado.

Se supone que vivo en un barrio seguro, pero aun así, a veces me despiertan los tiros al aire y las sirenas de las ambulancias. No es mi problema pienso y sigo dibujando o leyendo alguna trivialidad del momento. Pero a veces me asusto.

Me asusto porque de pequeña siempre pensé que vendrían por nosotros, por mi padre, por mis vecinos. Porque de niña había tanta inseguridad, que no sabia a quien temía mas, a los hampones o a los policías. Porque de niña todo el mundo culpaba al terrorismo y en cambio ahora todo el mundo culpa a los narcos.

Esta es una ciudad insegura, de hecho. Hace un par de noches salí a correr con una amiga y a mitad del camino dos niños nos aconsejaron que diéramos la vuelta, porque había una balacera. Cruzamos a la vereda contigua y nos quedamos un momento pensando que rumbo tomar, si decían que toda la zona estaba cercada. Fue en ese momento que los vimos.

Era una camioneta negra, blindada corriendo a nuestro lado, subiendo a la vereda donde hace poco estábamos nosotros y chocándose con los tachos de basura en su rápida huida. Luego vinieron los otros, esos a los que entrenaron como héroes de película, que se educaron viendo Miami Vice y Starky y Hutch y por lo tanto piensan que en este país si tienes un carro con placa, el crimen se detiene. Se montaron por nuestra vereda y nos dejaron al medio, si, al medio de todo. Fue entonces cuando sonaron los tiros al aire y las motos azules corrieron tratando de cercarlos.

Nosotras no hacíamos nada, inmóviles ante tanto aspaviento, no podíamos entender nuestra suerte, al no ser embestidas por ninguno de los dos grupos. De regreso a casa, caminábamos lento, oyendo las sirenas a los lejos, mientras los autos pasaban veloces diciéndonos que nos metamos a casa pronto.
Ya eran las 11 de la noche y pude sentir el toque de queda, en el sonar de mis tripas y en el sudor de mis manos. De pronto me sentía transportada a décadas atrás, sintiendo que era mas seguro quedarse en casa.

El aroma de la brisa marina y de la transpiración de los árboles nos acompañó todo el camino a casa, mientras yo me preguntaba, si estaba ahora en el lugar correcto. Si finalmente lo estaba.

viernes, 9 de febrero de 2007

La planta

Terminada la operación, tenía la cursi y tonta idea de que me esperarían ramos de flores y cajas de bombones. Pero no, nadie tuvo ese pensamiento cursi y dormí el resto de la tarde, pensando en el momento en que los hombres se habían vuelto tan practicas y las mujeres tan tolerantes, con la falta de detalles.

Pero no podía dormir, a esa habitación le faltaba algo. Pensé en comprar un florero y esas flores largas y amarillas que parecen lirios pintados, m’as me arrepentí. Las flores cortadas siempre me hacen sentir culpable. Fue cuando decidí comprar una planta.
No una flor bonita, sino una planta.

La planta pequeña y barata, correspondía a una dalia, una hermosa flor roja de vestido pomposo adornado con pétalos carmesí. Para mi era solo un detalle, la lleve a casa y la puse a la puerta de mi habitación. La gente que pasaba veía la flor y sonreía o le sonreía a ella. Poco a poco me fui encariñando. Se veía tan linda con esa flor recién parida que no pude sino, enternecerme al pensar que una frágil planta de hojas verdes ahora era toda una flor sobre un tallo delgado y lozano.

La saqué’e al sol, al darme cuenta que era una planta de ambientes exteriores, pero se quemo. Pase días cuidándola y regándola con los restos de mi insípido mate de manzanilla, como una madre que da de beber a su hijo. Esta vez todos se burlaban, esa planta parece que no volvería a brotar. Pero lo hizo. Al cabo de 3 días la planta resucito y la flor se veía más hermosa que antes.

La música, el agua, la sombra, el cuidado a sus hojas la ayudo en su recuperación. Ayer observe mi planta y me di cuenta que después de una resistencia heroica, esa flor estaba muriendo. No había nada mas que yo pudiera hacer, había llegado el tiempo de marcharse, de desojar sus pétalos, de morirse a pesar de todos mis cuidados. Ya ni siquiera me quedaba la esperanza en sus botones a punto de brotar. La flor se estaba yendo.

Por la madrugada me despertó la misma jaqueca que tengo hasta hoy y me pare en la oscuridad del dintel de mi puerta a observarla en su agonía, muriendo de a pocos como yo misma. No podía hacer nada, excepto esperar a ese tiempo en que los botones broten. Mientras, solo quedarían hojas y hojas deshojándose, pétalos negros cayendo al piso, una planta volviéndose fea sin ninguna esperanza de sobrevivir.

Mi planta agoniza y yo no puedo hacer nada, excepto esperar a que nazcan nuevas flores, mientras duermo bajo el efecto de los sedantes. Me pregunto si alguien espera eso de mí, ahora. O solo soy la planta estéril, que se adorna siempre de hojas verdes sin llegar a parir nunca, flores de colores.
Creo que eso tampoco importa, no importa cuantas veces podamos morir o ser muertos, lo importante, es cuantas veces podamos resucitar para volver a echar a andar.

miércoles, 7 de febrero de 2007

!VIVA VIVANDA!

De llegada aquí lo primero que me dicen es donde comprar. Obviamente el lugar indicado no ser’a ni metro ni Plaza vea, el lugar indicado para comprar comida es Vivanda. Mis amigas me recomiendan Vivanda con la alegría propia de las adolescentes que acaban de descubrir un nuevo “point” de entretenimiento.

Hasta ese momento no entiendo porque Vivanda es mejor que los otros supermercados, claro, me mencionan la comida mucho más elaborada, el lugar mas acogedor, la música mas personalizada; pero lo que me hace caer en cuenta de por que Vivanda se torna en un lugar mas atractivo para ir en busca de comida, es el tipo de hombres que va allí.

Ellas me mencionan que allí solo van los treintones con plata y que viven solos a hacer sus compras, puede llegar algún turista desubicado de los muchos hoteles que hay cerca, pero en su gran mayoría son hombres que pueden bordear los 40 pero con cuerpos fibrosos y tan bien cuidados, que ya los quisieran sus colegas de 20.

¡Claro! Aun no había caído en la cuenta de que cuando una persona va de compras al supermercado, no solo va a comprar comida o bebidas para la semana, va a conocer gente, a mostrarse, a darse miraditas entre la compra del brócoli y el tomate o a sonreír tímidamente, mientras eliges el pateé para el desayuno.

Llego a Vivanda a la hora señalada por mis amigas, que ya deben tener una licenciatura en investigación de mercados, después de todo lo que me dicen. La consigna es ir en la noche, mientras mas tarde mejor, a esa hora los tipos con trabajo fijo y que trabajan todo el día en oficina salen a comprar cosas para comer o vinos para el fin de semana, insisten. Y tienes que fijarte en las manos si son con manicura o no. Y por supuesto si es un misio que paga con moneditas o alguien decente que al menos tiene un par de tarjetas con que pagar el importe.
Yo voy entre curiosa y asustada, me acaban de describir el lugar como si fuera el preámbulo de un baile o que el hecho de ir a comprar un postre, sea un sinónimo de cita a ciegas con media sociedad limeña. Me pregunto si la diferencia horaria influirá tanto, en el tipo de personas que va a aquel lugar a solo comprar o a flirtear con algún descaro.

Pero ellas tienen razón, el lugar se empieza a llenar a partir de las 10 de la noche y entonces comienzo a ver el desfile de los guapos de siempre, comprando comida Light y bebidas sin gas. Llenando los carritos de compras como si fuera domingo al mediodía y mirando para todos lados, como si hubiera un paparazzi filmando que alimento se llevan a casa. Los guapos no se equivocan, decenas de ojos de mujeres vigilan cual será la próxima compra, tratando de dilucidar si es o no casado, o si vive o no con alguien.

La estrategia de estas chicas consiste no solo en mirar como va vestido el guapo en cuestión – obviamente alguien con pantalón blanco, zapatos ligeros y cabello engominado, no entra en el perfil del macho soltero ideal y si, mas en el de fans de Gloria Gaynor- también hay que fijarse que es lo que mira y sobre todo que es lo que lleva- porque un mirón, no vale la pena hija, acá lo que importa es si gasta o no gasta, en Vivanda también se colan los que son mucho ruido y pocas nueces- Anotado, gracias.

No será igual un hombre que compra huevos y leche para la familia, o pone pañales y menestras en su carrito de compras, a un tipo que compra coca cola zero, comida preparada y alguna ensalada agridulce.Esos son a los tipos a los que tienes que dirigirte, me dicen. Pero no te fijes en los que compran pescado, de hecho, esos ya se acuestan con alguien y les preparan el cevichito en la mañana.
Yo miro a los tipos, a algunos les gustan morenas, a otros rubias, a otros pelitenidas, todo de acuerdo a la necesidad ¡y vaya que abunda la necesidad de mujeres un viernes por al noche!

En ese momento y bajo la música adormecedora saliendo por los parlantes, comienza la danza típica de las mujeres comprando un par de cosas inútiles y de los hombres seguros aparentando comprar vinos y carnes, después de una larga jornada laboral. Miradas vienen, miradas van. Es casi media noche y uno que otro ya habrá intercambiado números telefónicos o alguna que otra tarjeta, para completar la receta de los ravioles que a ella, ¡que horror! no le salen bien.

En ese lugar, podría dar la idea de que todos los hombres limeños, son siempre buenos gourmet y que las mujeres limeñas, dejaron de lado el velo y el tapado para romperse el ojo viendo cual es el galán que tiene el mejor carrito y cual da la idea de mayor estabilidad económica en este país balneario.

Salgo de Vivanda cansada, he comido un flan y me he tardado casi dos horas en ver como el simple paseo nocturno de comprar cosas para el fridge, se vuelve de pronto un flirteo propio de otro viernes sangriento, cerca a la Avenida Larco. Tengo 2 números telefónicos y una receta para hacer arroz con leche; lo que me pregunto ahora es, como les diré a estos tipos tan fashion, tan nice, tan cool a la hora de recomendarte cual comida comprar, que acaban de ser los tristes protagonistas de otra de mis historias como transeunte.

martes, 6 de febrero de 2007

Tango II

No me tomes a mal, pero debo contarte que hoy me he enamorado.
Se que esta vez escribiría de las cosas que viera aquí y te las enviaría en viejas cartas de color mantequilla, se que te dije que escribiría con el cinismo de a quien no le importa cambiar la realidad que lo rodea. Desde mi tribuna vacía con mi personalidad de piedra.
Pero, debo confesarte que me he enamorado.

Y no de un hombre, cielo, de una mujer tampoco. Hoy me enamore de la dulce música de una guitarra y un acordeón lejanos. Y me remonte a esos tiempos en que caminando por calles de piedra, pensé que iba con el amor de la mano y era feliz, tan feliz, que ya nadie mas después de mi lograría jamás serlo.

No debo hablar de mí, ya lo sabes, te lo dije cuando comencé a escribirte. Pero que puedo hacer si siento el dulce dolor del amor a los seres sin rostro y a los instrumentos que ya no se hunden en mis manos. Me siento tan vulnerable a ese perfume, a esa música, a ese lugar lejos del mundo donde el amor siempre parece posible.

Quisiera olvidar que estoy aquí y remontarme al mas lindo de mis recuerdos, a los cielos color vainilla, a las ventanas dorándose con el ultimo brillo de la tarde, a las hojas de los ‘arboles mas verdes que en mis recuerdos y a esa promesa que te hace el viento. De que mañana y pasado y todos los días siguientes, solo habrá amor en tu puerta y cosas por las que vivir de forma apasionada.

Debajo de las flores de cerezo, aun puedo creer que los imposibles, pueden doblegarse bajo la fuerza de mi voluntad.

Un beso, amigo mío, solo necesitaba contártelo.

lunes, 5 de febrero de 2007

El captor

….piensa en mi, de vez en cuando piensa en mi…porque soy una especie en extinción….


Los días siguen pasando aquí, pasan tan rápido y con tantas historias que apenas tengo tiempo para ponerme frente al teclado y escribir algo…a lo mejor y voy perdiendo mis dotes de narrador de cuentos…a lo mejor solo s el maldito día nublado….

He dormido casi hasta las 11 am., cuando desperté solo podía pensar en todas las cosas que había dejado sin hacer. Abro la persiana y veo los balcones vacíos, me pregunto donde esta aquel chico que fisgonea a diario que hago en mi habitación. Ya me he acostumbrado a el, es como un mal necesario.

Al inicio yo no sabía que me miraba, después me di cuenta, pero como solo me veía en la misma posición toda la mañana, no me afectaba. Ya después me hartaba verlo cuando salía de la ducha o cuando tenía que cambiarme. Por un momento comencé a cambiarme también delante suyo, pero nada. Eso también me aburrió. Cerraba las persianas y esperaba a que se cansara para volver a abrirlas.

Ahora que esta nublado, hasta extraño al tipo. Debe ser la relación que nace entre una victima y su captor. Una especie de síndrome de Estocolmo, pero esta vez entre el voyeurista y el objeto de su afecto. No se. Hoy extrañé al jovencito ese, que imagino apenas sea un adolescente.

Los días pasan rápidamente en esta ciudad, ya es febrero y las historias se queman en el horno, antes que llegue a sacarlas, tal vez no debería dedicarme a esto. Tal vez solo debería quedarme quieta en la cama por horas enteras, imaginando que mi pequeño observador imagine que pienso, que hago y porque lo hago, trastocando por momentos mi papel en esta historia y haciéndome ya no el victimario de ojos ajenos, sino la victima que es observada cada segundo, hasta que la noche llegue.

viernes, 2 de febrero de 2007

Dias de Dietas

De niña odiaba mis brazos, eran demasiado delgados, con muñecas salientes y codos huesudos. Me veía al espejo, iniciada la pubertad y solo podía imaginarme con una niña africana en severo estado de desnutrición. Era tanto el odio a mis brazos y a mostrar mis delgadeces, que podía usar chompa manga larga en el calor mas infernal, con tal que nadie sepa que yo era una huesuda mas, a la que solo le faltaban las moscas en los ojos o el ombligo salido, para ser considerada la desnutrida típica.

En mis tiempos de flacura, no podía imaginar que mis brazos huesudos, mis clavículas salientes, mi cara delgada algún día serian el prototipo de la belleza actual. Engordé como era obvio, para librarme de ese complejo de flaca, pero olvidé que tal vez fuera la única chica en carrera por ganar peso, mientras toda la sociedad ya solo buscaba perderlo.

Lima, como cualquier ciudad, es cosmopolita. Puedes ver extremos sociales tan marcados, que a veces te asustas. Ves pasar frente a los cafés a chicas delgadísimas de rostros famélicos, negándose a cualquier comida hipercalorica, en aras de “la buena salud”. Entonces, mientras yo me devoro un pollo con papas fritas y coca cola como única cena, puedo ver a mi compañera de mesa, diseccionando con mucha paciencia un pollo de carne blanquísima, cocido solo con agua y sal y comer lentamente, una a una de las hojas de una lechuga mucho más lozana que su propio semblante.

“Come- le digo- No te hará daño”. Ella sonríe y me dice que no me asuste, que su contextura siempre ha sido igual, 1. 65 de altura y 47 kilos de peso, ahora en busca de los ansiados 45…Yo me la quedo mirando; no recuerdo haber sido jamás tan flaca.

Pero ella no se detiene a conversar, come pausadamente y en silencio, como si meditara por cada uno de los malditos bocados que esta obligada a dar, para no caerse de hambre en la agotadora jornada. Su cara se constriñe de pena, como si el alimento diario fuera un castigo en lugar de un placer. Entonces yo gacho la cabeza y como con el mismo pesar mis 1 200 calorías de grasa concentrada que va a acumularse a mis contornos mas nobles.

Yo trato de correr ahora, de perder con mucho sudor y lágrimas esos kilos que gane’ con tanto esfuerzo durante la juventud, y así volver a las tallas en que originalmente me movía; pero no solo es eso. Increíblemente, mi complejo de flaca va desapareciendo, ante la visión diaria de estas esqueléticas féminas, tan sacrificadas por la buena figura, en un barrio fashion como este. Sacrificadas en verse bien en jeans a la cadera y polos pegados que no requieran de sostén debajo; o como cualquiera de las chicas que pasean sus perros y salen a correr completamente ataviadas de Nike o Adidas, en esta parte linda de Lima la Hipócrita.

Veo a mis compañeras, tan flacas ellas, mostrando esas clavículas filudas por sobre el estrapple bordado, veo sus hombros relucientes, de lo huesudos que ya están. Veo esos muslos que jamás se juntan y dejan un espacio entre ellos para dibujar un pubis grande como una manzana. Y las veo acostadas con esos abdómenes planos, secos, fibrosos, en donde podrías palpar a ambos riñones, si tienes la suficiente paciencia. Lass veo con dietas rigurosas, con gimnasios caros en los que se endeudan de por vida, aunque solo tengan que comer claras de huevos cocidas y brócoli a diario. Las veo tan abocadas a ser como ellas…como todas ellas…Las chicas de portada.

No lo se, pero de pronto abandono la visión de terror ante esa flacura extrema y me dejo llevar por la tendencia fashion de perder cada vez mas kilos. De estar “in” mientras mas delgada te veas, de ser anoréxica como una forma de culto y de hablar de las mil dietas como tema central de conversación cotidiana.
Porque por estos lares la gordura es inversamente proporcional a cuanta opulencia muestres y obviamente, cualquier chica de clase media, buscara parecerse mas a sus congeneres anoréxicas “high” con cientos de pretendientes acomodados, que a sus vecinitas de los conos, mas bajitas, mas gorditas…mas desmondongadas. Tal vez al verlas así de finitas, de delgaditas, de preocupadas por “estar en forma”, nadie note que en el bolsillo no llevan nada m’as que el pasaje de retorno Miraflores-Callao y un chicle insípido de tanto ser masticado, para olvidar el hambre.

miércoles, 31 de enero de 2007

Contornos

Lima se contornea bajo el calor, sexy y bulliciosa como una puta hambrienta. Va clavando miradas de deseo en cada transeúnte a su paso. Yo la veo pasar, silente como todos. Pasa frente a mí a través de la ventanilla del autobús, sofocada, y con la piel húmeda, de un asfalto que suda historias a diario.

Aún no puedo irme de Lima, estoy estancada escribiendo día y noche, por momentos sin idea alguna. Mi labor en este momento es solo observar las historias, ya tengo cientos entre manos, pero ordenarlas, va resultando complicado.

Lima es una novela triste y a veces solo una novela rosa, el día que tenga todos los trozos de la historia, a lo mejor y me largue de aquí, mientras, mi vida se reduce a esta buhardilla que comparto con gente bulliciosa que taconea y gime los viernes por la noche. De solo sentir ese tumulto por las paredes delgadas, puedo imaginar a Lima libre y libertina, los fines de semana en Barranco, los domingos calientes en Asia, las noches en la barra de algún bar.

Yo observo a la gente, he dejado de ser el animal nocturno de los ojos siempre abiertos. Ahora intento dormir y ver todo a la luz real del día a día. Es entonces cuando por la ventanilla veo como la ciudad se contornea, dibuja curvas de sensualidad que a veces toma matices vulgares.

¡Lima… Lima! ¿Algún día me iré de tu abrazo? Tan caótica y sexy. Tan triste en invierno y tan puta en verano…Solo debería acostumbrarme a que ésta es una ciudad como todas las que se tienen que dejar para que no te hagan daño al extrañarlas. Y yo sé que la dejaré pronto, apenas termine ésta novela. La dejaré y no lloraré nada…

Al fin y al cabo, nadie llora por el desamor de una cualquiera.

jueves, 18 de enero de 2007

INICIO

Si volviera a escribir en un blog, ya no hablaría de cosas íntimas; sobre mí, sobre mi familia o la calle donde vivo.

Si escribiera para un blog nuevamente, me cuidaría de no poner el lugar donde resido, o de dar mi correo privado, o poner la forma en que puedan contactarme.
Mucho menos pondría las fotos sobre mi persona, que algún día podrían llegar a delatarme. No pondría mis afectos, mis defectos, mis virtudes ni manías.

No pondría al alcance de todos, mi música, el nombre de mis amantes, los sitios en dónde he estado.

Tampoco haría amigos, enlaces, falso público a mí alrededor. No buscaría que entendieran lo que escribo o una opinión sincera y objetiva de quienes dicen quererme, mucho menos, de aquellos que dicen no odiarme.
Sería como la Mala de la película, solo que más fresca, dejando la imaginación las líneas de mi rostro, mis huellas dactilares, mi reflejo pupilar.

Si yo volviera a escribir para una de esas páginas públicas, sabría que lo que se escribe públicamente en tono de sorna, a veces es tomado demasiado en serio y; que aquellos artículos que son escritos en serio y a conciencia, son tomados siempre a la broma.

Sabría además, que las cosas que diría ya no deberían rotar en torno a mi corazón, a mi mente, a lo que me duela en profundidad, sino, que serían simplemente las cosas que observa un viajante. Alguien que está de paso y ve por la ventanilla del tren a las ciudades y las personas que pasan frente a él, sin afán de querer que permanezcan, sino, dejándolas ir, sin retenerlas nunca, para no acostumbrarse o encariñarse o extrañar a seres que no saben que pasaste.

Sería como el viajante que no dirige la palabra y desde su butaca cómoda, hace fotografías mentales de una ciudad caótica, yéndose siempre, en el momento en que los otros piden que te quedes.

Para volver a escribir en un blog, tendría que ceder a esa inclinación de querer comunicar ideas a otra gente, o de querer hacer públicos pareceres, que podrían interesar a otros. Volvería a ceder a la vocación de poner mensajes en una botella, para que alguien más los recoja, sin esperar ninguna respuesta.

Tendría que ceder a escribir para la gente anónima, pues es esa gente, la única que aunque te siga, jamás dice nada.

Pero ya no volvería a escribir sobre mi fuero interno, sobre esa esfera intangible e incompresible para el lector de paso. Ya no pondría en la vereda cibernética, aquellas cosas mundanas que me hicieran sentir bien, mal o peor. Simplemente, escribiría como un personaje cualquiera.
No como protagonista de la historia, ni como guionista de las charlas; tampoco como la crédula productora escénica de un film que ocurre en tiempo real por mí y para mí, que fue como siempre vi mi propia vida. Creo que ya no sería la heroína.

No, ya no.

Escribiría en cambio como aquel caminante que oye charlas al paso y observa escenas inéditas.
Entonces el blog ya no se trataría de mí, sino de la gente que pasa, de la ciudad que vibra, de sus calles que palpitan sin un sentido estético de lo que debe ser una historia bien contada, sino que el blog sería simplemente una historia.

Sólo la Historia de Un Transeúnte.


Ciudad de Lima.