miércoles, 31 de enero de 2007

Contornos

Lima se contornea bajo el calor, sexy y bulliciosa como una puta hambrienta. Va clavando miradas de deseo en cada transeúnte a su paso. Yo la veo pasar, silente como todos. Pasa frente a mí a través de la ventanilla del autobús, sofocada, y con la piel húmeda, de un asfalto que suda historias a diario.

Aún no puedo irme de Lima, estoy estancada escribiendo día y noche, por momentos sin idea alguna. Mi labor en este momento es solo observar las historias, ya tengo cientos entre manos, pero ordenarlas, va resultando complicado.

Lima es una novela triste y a veces solo una novela rosa, el día que tenga todos los trozos de la historia, a lo mejor y me largue de aquí, mientras, mi vida se reduce a esta buhardilla que comparto con gente bulliciosa que taconea y gime los viernes por la noche. De solo sentir ese tumulto por las paredes delgadas, puedo imaginar a Lima libre y libertina, los fines de semana en Barranco, los domingos calientes en Asia, las noches en la barra de algún bar.

Yo observo a la gente, he dejado de ser el animal nocturno de los ojos siempre abiertos. Ahora intento dormir y ver todo a la luz real del día a día. Es entonces cuando por la ventanilla veo como la ciudad se contornea, dibuja curvas de sensualidad que a veces toma matices vulgares.

¡Lima… Lima! ¿Algún día me iré de tu abrazo? Tan caótica y sexy. Tan triste en invierno y tan puta en verano…Solo debería acostumbrarme a que ésta es una ciudad como todas las que se tienen que dejar para que no te hagan daño al extrañarlas. Y yo sé que la dejaré pronto, apenas termine ésta novela. La dejaré y no lloraré nada…

Al fin y al cabo, nadie llora por el desamor de una cualquiera.

jueves, 18 de enero de 2007

INICIO

Si volviera a escribir en un blog, ya no hablaría de cosas íntimas; sobre mí, sobre mi familia o la calle donde vivo.

Si escribiera para un blog nuevamente, me cuidaría de no poner el lugar donde resido, o de dar mi correo privado, o poner la forma en que puedan contactarme.
Mucho menos pondría las fotos sobre mi persona, que algún día podrían llegar a delatarme. No pondría mis afectos, mis defectos, mis virtudes ni manías.

No pondría al alcance de todos, mi música, el nombre de mis amantes, los sitios en dónde he estado.

Tampoco haría amigos, enlaces, falso público a mí alrededor. No buscaría que entendieran lo que escribo o una opinión sincera y objetiva de quienes dicen quererme, mucho menos, de aquellos que dicen no odiarme.
Sería como la Mala de la película, solo que más fresca, dejando la imaginación las líneas de mi rostro, mis huellas dactilares, mi reflejo pupilar.

Si yo volviera a escribir para una de esas páginas públicas, sabría que lo que se escribe públicamente en tono de sorna, a veces es tomado demasiado en serio y; que aquellos artículos que son escritos en serio y a conciencia, son tomados siempre a la broma.

Sabría además, que las cosas que diría ya no deberían rotar en torno a mi corazón, a mi mente, a lo que me duela en profundidad, sino, que serían simplemente las cosas que observa un viajante. Alguien que está de paso y ve por la ventanilla del tren a las ciudades y las personas que pasan frente a él, sin afán de querer que permanezcan, sino, dejándolas ir, sin retenerlas nunca, para no acostumbrarse o encariñarse o extrañar a seres que no saben que pasaste.

Sería como el viajante que no dirige la palabra y desde su butaca cómoda, hace fotografías mentales de una ciudad caótica, yéndose siempre, en el momento en que los otros piden que te quedes.

Para volver a escribir en un blog, tendría que ceder a esa inclinación de querer comunicar ideas a otra gente, o de querer hacer públicos pareceres, que podrían interesar a otros. Volvería a ceder a la vocación de poner mensajes en una botella, para que alguien más los recoja, sin esperar ninguna respuesta.

Tendría que ceder a escribir para la gente anónima, pues es esa gente, la única que aunque te siga, jamás dice nada.

Pero ya no volvería a escribir sobre mi fuero interno, sobre esa esfera intangible e incompresible para el lector de paso. Ya no pondría en la vereda cibernética, aquellas cosas mundanas que me hicieran sentir bien, mal o peor. Simplemente, escribiría como un personaje cualquiera.
No como protagonista de la historia, ni como guionista de las charlas; tampoco como la crédula productora escénica de un film que ocurre en tiempo real por mí y para mí, que fue como siempre vi mi propia vida. Creo que ya no sería la heroína.

No, ya no.

Escribiría en cambio como aquel caminante que oye charlas al paso y observa escenas inéditas.
Entonces el blog ya no se trataría de mí, sino de la gente que pasa, de la ciudad que vibra, de sus calles que palpitan sin un sentido estético de lo que debe ser una historia bien contada, sino que el blog sería simplemente una historia.

Sólo la Historia de Un Transeúnte.


Ciudad de Lima.