martes, 6 de febrero de 2007

Tango II

No me tomes a mal, pero debo contarte que hoy me he enamorado.
Se que esta vez escribiría de las cosas que viera aquí y te las enviaría en viejas cartas de color mantequilla, se que te dije que escribiría con el cinismo de a quien no le importa cambiar la realidad que lo rodea. Desde mi tribuna vacía con mi personalidad de piedra.
Pero, debo confesarte que me he enamorado.

Y no de un hombre, cielo, de una mujer tampoco. Hoy me enamore de la dulce música de una guitarra y un acordeón lejanos. Y me remonte a esos tiempos en que caminando por calles de piedra, pensé que iba con el amor de la mano y era feliz, tan feliz, que ya nadie mas después de mi lograría jamás serlo.

No debo hablar de mí, ya lo sabes, te lo dije cuando comencé a escribirte. Pero que puedo hacer si siento el dulce dolor del amor a los seres sin rostro y a los instrumentos que ya no se hunden en mis manos. Me siento tan vulnerable a ese perfume, a esa música, a ese lugar lejos del mundo donde el amor siempre parece posible.

Quisiera olvidar que estoy aquí y remontarme al mas lindo de mis recuerdos, a los cielos color vainilla, a las ventanas dorándose con el ultimo brillo de la tarde, a las hojas de los ‘arboles mas verdes que en mis recuerdos y a esa promesa que te hace el viento. De que mañana y pasado y todos los días siguientes, solo habrá amor en tu puerta y cosas por las que vivir de forma apasionada.

Debajo de las flores de cerezo, aun puedo creer que los imposibles, pueden doblegarse bajo la fuerza de mi voluntad.

Un beso, amigo mío, solo necesitaba contártelo.